lunes, 31 de diciembre de 2012

Uvas cíclicas

Hace algunos años la navidad me provocaba melancolía por despertar el recuerdo de tiempos pasados... y del paso del tiempo. Hoy no me provoca nada. Sólo veo algo absurdo, sin sentido, como un teatro que nadie pudiera creer. No seré cruel, no voy a embarrarme con la nochebuena y su niño Jesús. Me quedaré sólo con la noche de hoy, el fin de año. Qué es: una casilla en nuestro almanaque, el que elegimos en occidente para ponernos de acuerdo, para poder planificar nuestras agendas y contar nuestras edades. Ponerles número a nuestras guerras y tamaño a nuestros viajes. Sólo es eso, una casilla, una fecha más. 

Hoy me gustaría estar en la selva, o en alta mar, o en otra cultura que no cuente de doce en doce. Para la naturaleza y el hombre a ella aún apegado, hoy es una noche cualquiera. No sé. Quizá esté cansado de tantas cosas como inventamos. O cansado de que las cosas que inventamos sólo tengan repercusión cuando generan consumo. O quizá todo esto sea simple autodefensa inconsciente para evitar mi melancolía. 

¿Sería el humano capaz de no tener un calendario cíclico? Tendría que prescindir de los borrones y cuenta nueva. De poder hacer propósitos de cambio o mejora apoyados en algo más que su simple intención. Tendría que dejar de creer que la vida es una carrera por etapas. 

Creo que no llegamos a comprender ciertamente hasta que punto el medir el tiempo nos ha afectado al modo en el que vivimos y entendemos la vida. Con el reloj y el calendario creíamos tener una herramienta bajo nuestro dominio. Pero igual se nos ha escapado de las manos su control, y hemos olvidado lo que es comer cuando tenemos hambre, dormir cuando tenemos sueño, levantarnos cuando despertamos, morir cuando nos sentimos viejos, tener hijos cuando lo deseamos... y, cómo no, hacer balance de situación con propósito de nueva etapa incluido, cuando la mente ofuscada lo necesite, no cuando las uvas lo ordenen.

Suerte en vuestra nueva etapa, esa que llaman 2013...


lunes, 17 de diciembre de 2012

Cuestión de risa



La he leído en una web donde un periodista la ha utilizado como punto de partida para una entrada de su blog. Me ha fascinado semejante historia. Por eso le copiaré la idea.

Fue en Tanzania, en 1962. Epidemia de risa. Tres niñas comenzaron a reírse en un colegio y unas semanas después la escuela tuvo que cerrar porque nadie podía parar. La cosa empeoró tanto que llegó a afectar a pueblos enteros y varios colegios más. Unas 1000 personas se vieron afectadas con graves ataques de risa acompañados de llanto.

¿Saben de ese juego en el que dos personas se sientan una frente a la otra y se miran fijamente muy serias hasta que la primera de ellas se ríe y pierde? Aún no he conocido quien me gane, aunque supongo que tarde o temprano perderé (o eso espero).

Últimamente estoy más convencido de aquello que decía Hannah Arendt sobre la felicidad del Homo sapiens: sólo es posible con un ciclo eterno de agotamiento y regeneración de la vida; de dolor y de librarse de él; de apetitos y su complacencia. Sí. Creo que el estar feliz es el nombre que le damos a algo completamente animal: el placer de la necesidad satisfecha. ¿Qué hacemos cuando logramos tener comida, abrigo y cama cubiertas con nómina mensual? Inventarnos nuevas necesidades que satisfacer.

Mas no piensen que toda nuestra vida se apoya en apetitos inventados. La necesidad de escapar de la soledad, genética 100%, nos sigue ocupando la mayor parte de nuestro tiempo. Y si además le unimos, como venimos haciendo, la necesidad de sexo, más entretenimiento aún. Ya tenemos en qué gastar nuestros días. Esto lo espolvoreamos con decenas de metas que siempre quisimos conquistar, lugares que visitar, coches que comprar y mil cosas más que nuestra cultura y sus publicistas nos irán colocando en un largo camino de tareas que cumplir. Resultado: el viaje a la felicidad. La meta más importante por ser la más animal que nos queda tras haber comido: el amor, antisoledad + sexo garantizado, dos en uno. 

Me imagino a niñas riendo sin parar en Tanzania... Dejemos de comprar libros de autoayuda. Simplemente es eso: reír. Y si esto es difícil lejos de África, porque lo es, prueben a comer chocolate. A despertar abrazados a alguien. A un orgasmo. A comprar aquello para lo que ahorraste. A subir el escalón para el que te educaron, o te educaste. A torcerte un tobillo y esperar un mes para volver a andar. A soñar con perderte en Manhattan hasta que consigas allí un trabajo. A darle a nuestros genes el gusto de que se reproduzcan en un hijo. Etcétera. Sólo es eso: Reír o sus derivados. ¿Te sientes infeliz a pesar de tener la pareja y el trabajo que soñaste? Déjalos, la vida volverá a tener sentido.

Pero aún queda algo más. Nuestra autoconsciencia nos permite escapar del deseo impuesto por la doble hélice de satisfacer nuestras necesidades. Podemos elegir no tener que ser felices siempre. Podemos elegir no reírnos, y así ganar en el juego de las miradas. Pero... ¿para qué? Aún no lo tengo claro...




lunes, 10 de diciembre de 2012

Sobre el felpudo

Llegaba del centro comercial con bolsas para atiborrar mi hambrienta nevera. Un fin de semana de soledad maltrecha siempre acaba con las reservas de chocolate y drogas de corte legal. Mi madre dice que sólo compro golosinas. Y una amiga, que a los niños les encantaría venir a comer a mi casa porque sólo hay comida para ellos. En fin...

Llegaba del centro comercial con bolsas para atiborrar mi hambrienta nevera. Abrí el portal. Caminaba rápido porque las bolsas pesaban. En el paso, aunque ligero, ya me fijé en él. Ya dejó escapar un lamento desde su primer rincón. Lo escuché, pero no me detuve. Subí a casa y dejé las bolsas. Toqué el timbre de la vecina, no recordaba cuántos vivían con ella. Quizá el que esperaba asustado abajo fuera uno de ellos, quizá hubiera huido en un arrebato de locura. Me abrió con amabilidad y me dijo que no, que no era suyo. Sólo una habitaba en su hogar y, ahora, precisamente, estaba comiendo. Nos paramos a hablar sobre de dónde podría haber salido. Supusimos que sería callejero, sin hogar. Tal vez entrara sin querer y ahora no hallaba el modo de salir. Algo común entre los muros humanos, incluso para los humanos. De acuerdo. Bajaré a abrirle. Gracias.

Y bajé. Ya no estaba en su primer rincón. Se había mudado a un segundo, más confortable, pues le sostenía un felpudo antes del frío suelo. Me acerqué. Estaba como dormido, pero no era dormido. Algo le ocurría. Tenía un maullido amargo, de lamento, de desesperanza, tal vez de dolor. No me miraba, no habría los ojos. Era negro y blanco. Estaba acurrucado, con las patas delanteras guardadas hacia adentro. Como queriéndose abrazar a sí mismo. Me agaché y le acaricié la cabeza con los dedos. Ronroneó y volvió a maullar quejosamente. Le acaricié de nuevo y me miró de un modo fugaz. Tenía ojos azules, muy azules. Y el hocico algo manchado. Me puse otra vez en pie a su lado, mirándolo hacia abajo.
 

Le dije: Qué quieres de mí. No puedo darte el cariño que buscas. Yo soy otro gato en mi rincón. Tal vez no tenga hambre, ni heridas que lamer, ni frío que tapar sólo con un felpudo. Pero sí tengo desesperanza que maullar. 

Medité. Son muchos los gatos callejeros. No puedes vivir con todos si ni siquiera quieres vivir con uno. No puedes bajarle comida a la puerta del Bajo C porque el señor que ahí vive lamentará que haya leche en su alfombra de bienvenida. Así que... Te quedarás esta noche aquí. En tu rincón. Sin frío. Mañana será otro día. No maúlles más, por favor, que me agrietas el corazón. Los androides gastamos uno muy frágil.

Subí. Me dio miedo de mi repugnante especie. Pensé en todos los vecinos que aún quedaban por llegar a sus casas. Qué porcentaje de humanos son crueles con los animales. Qué porcentaje le daría de comer. Al llegar a casa y abrir la puerta busqué compañía a quien contarle. Alguien emocional de verdad, no un maldito androide agrietado. Alguien que no pensara, que corriera a darle de comer, o que lo trajera a casa, o que lo cogiera al menos unos minutos. Pero no hubo quién. Así que pasaron algunas horas. Escribí esto. Y tuve que volver.

De nuevo bajé. Ahora dormía sin queja, hecho un ovillo sobre su felpudo. Lo dejé allí y regresé para contarlo. Quién sabe. A lo mejor vive con el señor del Bajo C. A lo mejor ahora sueña con latas de atún. O con los cojines mullidos del sofá de un viejecillo que le sepa acariciar. Quién sabe.

Miradas



"Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro."

Alejandra Pizarnik

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Salidas



Atrapadas entre el erotismo y la pornografía
entre la libertad individual y la presión social
entre ser puta o vestir santos
entre la pureza de la virginidad y el lastre de la misma
entre las que se dejan seducir y las que quieren tomar decisiones
entre el maquillaje, el láser, la silicona... y el cuerpo, sencillamente el cuerpo
entre la soledad y el maltratador
entre la fibromialgia y la destroza-hogares
entre la egoísta y la eterna cuidadora
entre la pintora y la modelo desnuda
entre la que se atreve a gritar y la que sigue llorando
entre los hijos en el vientre y los dedos que acusan y preguntan
entre la sumisa y la loca
entre la heroína y los tranquilizantes
entre la inmadurez y la hiperresponsabilidad
entre los celos y la manía persecutoria
entre hombres y entre enemigas
entre las reivindicaciones feministas y la publicidad hasta en la sopa
entre el cuarto propio y la realidad del cuarto compartido.





lunes, 19 de noviembre de 2012

El héroe y la zorra

Vivimos en una sociedad donde todos somos iguales independientemente de nuestra raza, religión, orientación sexual o género. Por ley. Ese es nuestro orgullo. ¿Nuestra mentira? Que pocos hombres se sentirían cómodos entre homosexuales. Que el moro y el panchito siguen siendo eso antes que cualquier otra cosa. Y que la puta es la que se tira a todos los de la oficina mientras que el crack es el que se las tira a ellas.

He nacido europeo, blanco, hombre, heterosexual, delgado, sano física y mentalmente, sin deformidad ni alteración. Siempre creí que fue aleatorio caer en dicha condición, y por eso no comparto que otros sin esa "suerte" sean subyugados al carácter circunstancialmente dominante.

Me olvidaré del color y de las fronteras, que quizá tienen mucha más historia que cortar. Hoy sólo quiero fijarme en ellas, en las mujeres. Soy feminista convencido, en la acepción real del término, no en el que quieren darle los y las machistas que pueblan el planeta. Empezaré claro: Creo que la mayoría de hombres han sido y son unos auténticos hijos de puta. Sí, no me queda más remedio que utilizar el término que mi lengua producto de esta sociedad ha fijado como sinónimo de ruin, despreciable, mezquino o canalla. Egoístas sin ética ninguna.
 

Acercarse en el estudio a las antiguas sociedades matriarcales es entender como todo es configurado de una manera por algo, no por azar. Se trata simplemente de quién tiene el poder. Y en occidente, el mango de la sartén, se encuentra, desde hace siglos, en manos del patriarca. La sociedad pasó de cultivadora a guerrera. Y el hombre quiso esclavas: una criada, una puta, una madre y un florero. Y las tuvo. Ahora intenta mantenerlas mediante el poder de la tradición y la cultura que flota a nuestro alrededor sin que nos demos cuenta. Pequeños detalles inapreciables, pero que conducen la educación de hombres y mujeres hacia la corriente del sometimiento al poder patriarcal, gracias a reglas muy bien orquestadas, pero invisibles a ojos de quien simplemente se siente orgulloso de su Constitución.

En las discotecas encontrarás el mercado de carne femenina. En las calles escucharás discutir a novios por la longitud de una falda o por los hombres con los que ella hablaba. En las oficinas tus jefes harán chistes sobres tus compañeras mientras miran sus escotes.
Me imagino haber sido mujer. Crecer recibiendo una educación para ser florero, madre y criada. Mil veces insegura. La televisión me enseñaría a aspirar a la perfección física constante, a la competencia con el resto de mujeres, a sentir que mi enemigo era ella, la otra. ¡Qué gran estrategia la de los hombres!
Cuando buscara, no encontraría referentes. No encontraría la revolucionaria Guevara o Mandela. Ni la pintora Goya o Velázquez. Ni siquiera las profetas Jesús o Mahoma. Dónde estarían las Aristóteles y las Nietzsche, las Cervantes y Lorca, las Hitler. Dónde al menos las Messi, Ronaldo o Nadal. Dónde estaría la Einstein, la Newton, la Galileo... Ocultas bajo el manto de la historia escrita por la mano del patriarca. Sólo un referente para toda mujer: la pasarela Cibeles. Calladita, quietecita y guapa.

¿Aún dudáis de si el aborto no sería legal e indoloro desde hace siglos si fueran los hombres quienes dieran a luz? ¿Alguien cree que los políticos no justificarían cualquier guerra si una pequeña comunidad de hombres estuviera siendo explotada bajo un burka en cualquier país gobernado por mujeres? ¿Pensáis que la trata de blancas y la ilegalización de la prostitución no tienen nada que ver con seguir disponiendo de sexo cuando a mí, el macho, se me antoje?

El hombre quiso y quiere dominar a la mujer. Y si ahora no lo puede hacer por ley, lo intentará por educación. Toda mujer será insegura, dependiente, inestable, miedosa, débil y manipulable. Aquella que se salga de este marco, aterrará al patriarca, porque estará fuera de su control. Disfrutará del sexo con quien guste, a pesar de las miradas de hombres y mujeres educados para acusarla. Será independiente y segura de sí misma, a pesar de que la televisión le recordará sus medidas no exactas. Será protagonista de su vida, a pesar de que en los libros no haya heroínas, y que los coches grandes siempre sean conducidos por ellos.

¿Exagero? Vayan al cine. Entren en cualquier película. Busquen quién es el protagonista. Observen cuál es el papel de él, y cuál el de ella. ¿Quién salva al mundo? ¿Quién es el aventurero? ¿Quién es la chica con curvas que se deja engañar? Mejor aún... ya que van al cine, entren en la sección infantil. Verán cómo lavan el cerebro a nuestros retoños para que se adapten fácilmente a la sociedad de la testosterona.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Estados crepusculares


Estados crepusculares es una denominación un tanto poética del estrechamiento del campo de la conciencia, esto es, de la reducción tanto cuali como cuantitativa del nivel de conciencia de una persona. Son estados excepcionales, donde la persona sigue actuando como un autómata que luego no recordará lo sucedido.

Sin embargo, a veces me da la impresión mientras observo al resto y a mí misma, de que no son excepciones sino la norma.

                                                                                                                                   

Hay días en los que estoy más viva. Sin motivo aparente, o con demasiados, por momentos salgo de ese estado de focal semiinconsciencia en el que se me diluyen demasiados días de mi vida.

Porque algo cambia. Siempre cambia algo y se me despiertan las células, se me desperezan las sinapsis y los axones, se me rellenan capilares antes yermos. Hago girar la rueda de la intensidad del color, saturando papilas y pupilas y folículos pilosos, como si absorbiera y reflejara un espectro de longitudes de onda mayor del que pensaba que podía tener. Conectada a la vida. Desentumecida. Terremotizada. Con ganas y sin cansancio ni excusas.

Mi madre decía que hay que tener siempre una ilusión. La que fuese. Valía, por ejemplo, querer cambiar las cortinas. También hay que tener algo que leer. Revista, panfleto, ensayo, receta de cocina, da igual.
Si te faltan las ilusiones o las palabras escritas, te pudres.

Un hombre se puso violento, lanzando sillones por los aires. Sucedió ayer. Una mujer se enfrentó a ese hombre violento, y lo tranquilizó. Todo el mundo la consideró arriesgada y valiente. Me dijo después que le tenía miedo a la oscuridad, "porque no la controlo".
El asunto, pensé, es entregarse en cuerpo y alma en todos los casos en los que el miedo no nos paraliza.

A mí, una de las cosas que siempre me tienen aterrada es la pérdida de mi libertad. Es una sensación absolutamente subjetiva, que soy incapaz de traducir y transmitir, pues no existen conceptos para algo, a todas luces, tan ambiguo.

Pero celebro cuando se me llena el vaso de ilusiones, cuando me brota el color de la carne y se me diluye el miedo, celebro cuando los crepúsculos ceden y me siento más libre y me vuelven a florecer las alas, como yo digo.

martes, 23 de octubre de 2012

Fecha de caducidad

En éstas estamos.

Mi verdad, tu verdad,

y la puta verdad.

Cada día llego a casa con las manos llenas de humanos desbordados por el precipicio al que creen abocadas sus vidas. Siento la sociedad cada vez más infantil, más dependiente. Los miro y veo pajarillos con las bocas abiertas, piando desesperados, esperando a que el alimento les llegue caído del cielo.

Me cuesta pensar que la gente no disfruta de las cosas pequeñas, que no agradece cada día lo que de bueno tiene, que olvidan que somos perecederos. Como los yogures. Con fecha de caducidad.

Pero claro, así es como yo veo las cosas. Que no es como las ves tú, ni como son en realidad. O en ficción.

Les pregunto por el sentido de sus vidas. Respuestas vagas. Me lo pregunto y no tengo algo mejor que devolver, pero sí me saco de la manga una ilusión cuando el fango me anega la nariz. Al menos es algo.

La vida es corta, pero ancha. Tengo las tardes libres.

Tus recuerdos, mis recuerdos y lo que de verdad pasó. Tu versión, la mía y un limbo de sucesos pinchados con alfileres, que nadie más vino a presenciar. 

No me vengan con tristezas pseudoexistenciales y valores impostados. Un día, no muy lejos, todo acabará. Mañana, mañana todo habrá acabado...


sábado, 6 de octubre de 2012

SIN-REMEDIO









Temo estar enferma de una desgana irreversible y mortal.

Sufro de aversión al esfuerzo mental (y físico) de cualquier tipo.

Tengo miedo de estar degenerando en un ser de zapping-sofá con un mando a distancia o ratón como apéndice añadido a mi anatomía.

El éxito es una meta incierta que me causa indigestión al mezclarlo con el placer.

Últimamente noto en mi vida una orientación exclusiva a la consecución de fines útiles y me estoy volviendo adicta a las recompensas.

La responsabilidad es un ancla que me arrastra al fondo de un vaso de cerveza.

El tiempo supera los límites de velocidad en mi vida y cada día tengo la sensación de que esta partida esta pérdida desde hace mucho (tiempo).

A veces me despierto con el cerebro bañado en aminas y los receptores adrenérgicos saturados; todo mi cuerpo atento a una amenaza:

la pereza

ADN


Todos los niños vienen al mundo con un palito en la mano, y allí está todo escrito. 
 Es un sorteo que se produce por encima de ti, antes que tu voluntad y a pesar tuyo
Susana Tamaro.





En el siglo XIX, un monje austriaco se hizo famoso por sus experimentos mezclando diferentes tipos de guisantes y demostrando las que actualmente se denominan "Leyes de Mendel". En 1953, Watson y Crick publicaron en la revista Nature un artículo sobre la estructura del ADN que posteriormente les valió un  premio Nobel. 
Las investigaciones y hallazgos científicos relevantes, no han parado de sucederse en el campo de la genética. Aun recuerdo cuando se anunció la secuenciación completa del genoma humano, y en mis estudio formativo no paro de encontrar determinada enfermedad asociada a tal gen.

Parece increíble que con cuatro moléculas (citosina, guanina, adenina y timina) se determina un ser vivo. En realidad es un proceso complejo en que todo está sometido a regulaciones mediante inhibiciones, sobre-expresiones, reparaciones, mutaciones, liofilizaciones y un sinfín de etcetéras. 

El caso es que esos genes esconden una información nuestra, personal (y de raza) que van a determinar el color de nuestro pelo, la forma de la boca, el ritmo de metabolización del alcohol, alguna que otra enfermedad,... Realmente no todo es genético, afortunadamente parte de lo que somos y nos ocurre viene modulado por el ambiente y eso nos da, al menos, un grado de libertad.

Pero también existen aquellos casos en los que somos esclavos de la genética,  una herencia que nos ha sido sobre-impuesta y de la que no hay escapatoria conocida. Hay enfermedades que no dependen de otra cosa que de una mala combinación de nucleotidos, genes o cromosomas. Algunas hacen que sólo te pierdas algunos colores, otras te condenan a no poder enviar señales a los músculos, otras te aíslan del mundo o te impiden eliminar sustancias que al ir acumulándose te envenenan lentamente....

Hace poco, a raíz de un paciente de urgencias, pensé en la Corea de Huntington, una enfermedad autosómica dominante con penetrancia completa, lo que quiere decir que si tu padre o tu madre la padecen, tienes un 50% de probabilidades de heredar el gen y en ese caso padecer la enfermedad sin remedio. Lo cruel es  que se empieza a manifestar en torno a los 30 años con movimientos anormales, trastornos psiquiátricos y degeneración neuronal progresiva. 
A nivel de molecular, está causada "simplemente" por un mayor número de repeticiones de un triplete de nucleotidos: citosina-adenina-guanina en el cromosoma 4. El diagnostico genético es técnicamente fácil de hacer, pero el problema radica en hacerlo en aquellas personas que aun no tienen síntomas puesto que ser portador es estar sentenciado a la invalidez y muerte prematura.

Así es la genética: fascinante....y terrible

miércoles, 3 de octubre de 2012

Los días grises

Has dormido mal, incómodo, con dolor que no se calma con un cambio de postura, como el del cólico nefrítico. Has dormido entre tus propios algodones, buscando la calma y el calor del interior de tu cascarón. Ese del que prometes no volver a salir. Te acurrucas en el rincón, esperando que la cáscara se recomponga, que vuelva a crecer, y a tapar el viento que entra y te hiela por dentro.

Despiertas (si es que alguna vez llegaste a dormir en esas horas). Y te enfundas el traje de autómata, de androide programado para cumplir con sus compromisos sociales, laborales, protocolarios. Pero los músculos de tu cara parecen no haber despertado, nada sería capaz de arrancarte una sonrisa. Parpadeas y caminas con sigilo por los pasillos de la oficina, sin ganas, hastiado. Miras con desprecio a los coches que te acompañan en la carretera, que descubres como el invento más feo del hombre. 

Te alimentas de chocolate. Escuchas música que desgarre, no que cure. Te remueves en la vida como apaleado y en el suelo. Como si los golpes ya no dolieran. Piensas que algo falla, y que tú no eres de aquí, sino de otro sitio, real o ficticio. A tu alrededor todo causa indiferencia. Ensimismado en la nada. Da igual lo que ocurra, eres incapaz de mostrar sorpresa. 

Vuelves a casa y un sofá o una cama te esperan. Te ofrecen un cojín o una almohada en la que hundirte. Estas cansado, y lo agradeces. Sabes que tienes una herida. Te tocas y rebuscas en la piel, pero no hallas nada. Es herida de las que no se lamen. De esas que cambian el color de los días, independientemente de nubes o soles, los vuelven grises como el asfalto, el cielo lluvioso, o el pegamento de trocitos de cáscara. 

Días grises en los que nada tiene color ni luz.

a día de hoy



Este equilibrio mío
preclaro y precario
que busca en la agenda mental un humano que llevarse a la boca
que sueña con licantropía y estepas y asaltos a rebaños en horas nocturnas
de ovejas lanudas y dóciles a las que preguntaría cómo se hace para rellenar las horas
para parecer ordenada y alegre y no sentir ganas de huir con los ojos abiertos y gastados de tanto mirar.

Soy un descontrol subterráneo de un sistema que desconfía y controla,
soy desobediente despilfarradora de horas
que sueña con no tener jefes ni rey ni dios.

Hubo un tiempo en que yo misma sabía relativizar todo
y ahora siento que a quien se relativiza es a mí.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Demasiado tiempo sin escribir...


Quise saberlo todo. vivirte cada segundo de los que me perdí por no conocerte desde el día en que naciste. quise
disfrazarme de tus vecinos, ser el pomo de la puerta de tu habitación, tu ropa interior de cuando eras adolescente. quise aprenderme de memoria las fotos de todos los carnets de identidad que tuviste. quise mutarme en cada compañero de clase, en cada entrenador de fútbol, en cada familiar cercano. quise convertirme en tus primeros esquís. quise olerte la piel a cada año que cumplías, quise ver cómo los jerseys te iban quedando pequeños, quise  sentir tu cuerpo desbordando los límites del espacio y la belleza. quise mutarme en tus cubiertos, en el embozo de las sábanas para sentir tu aliento dormido cerca, muy cerca. quise, sobre todo, ser la piel de las chicas, de las mujeres, de las señoras escalofriadas debajo de tus zarpas. quise conocer tus fantasías eróticas, escudriñar al milímetro tu cara en el orgasmo. quise metamorfosearme en mucosas húmedas invadidas por tus ganas, quise ser el impulso eléctrico que te hiciera bombear el corazón cuando los demás lo llamaban amor. quise saber cuándo, cómo y porqué. dónde y cuántas.

Dijiste que era demasiado, las gentes dijeron que era demasiado, las instituciones dijeron que era demasiado, la moral, la educación, la antropología, la psiquiatría, la religión, la prensa dijo que era demasiado.

Demasiado…

He tragado, una a una, todas las letras de las palabras de las frases de las preguntas que nunca te haré.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Diada y nación

Como cuando observas a unos niños jugar que se caen al tropezar con un escalón o que intentan subirse a una silla para alcanzar algo... y te ríes... así ríe uno a veces al observar a los humanos. Crisis económica que afecta a gran parte de la población de este país. Movimiento independentista catalán resurgido en base al nacionalismo. ¿Hay alguien que no encuentre una relación directa entre el primer suceso y el segundo? La libertad del ser humano queda en entredicho al ver como las revoluciones, las independencias y las guerras empiezan cuando unos cuantos lo deciden, y cuando el caldo de cultivo es el idóneo. Los hilos mueven la masa.

La nación es un concepto que se inventaron los reyes porque necesitaban convencer a millones de súbditos para que le obedecieran, que aceptaran sus leyes, que fueran a la guerra por defender sus fronteras, y que pagaran sus impuestos para llenar las arcas reales. Antes de esto no había nación ninguna. Había un estado feudal, donde unos señores eran dueños de una tierra y sus siervos le obedecían. La figura del rey era más diplomática que autoritaria. Y el estado estaba conformado, en población, por las personas que vivían en los feudos; y, en gobiernos, por la aristocracia propietaria. Aún así, si era difícil mover a un ejército motivado sólo por esto, siempre quedaba la religión. Ningún soldado fue más animado a la guerra (por nueve veces) que los cruzados, a pesar de que (por nueve veces) la expedición terminara en un rotundo fracaso.


Con el cambio de sistema político y el aumento del poder del rey, era necesario una mejor escusa para llevar a los súbditos a la contienda. Y, definitivamente, cuando el Estado-Nación se convierte en paradigma hegemónico de sistema político será cuando caigan las monarquías y aparezcan los regímenes democráticos. Porque... ¿cómo obligar a un pueblo a obedecer a un gobierno que ni es rey, ni heredero de ninguna sangre azul, ni elegido por dios? ¿Por quién morir en batallas sin sentido que no interesan a nadie? ¿Cómo pagar impuestos si mi tierra es mía y no de ningún señor? Muy sencillo. Compartimos una historia común, una cultura, unos héroes, unos símbolos, una bandera y un himno. No permitiremos que hagan daño a nuestra nación. Nuestro sentimiento y amor a la patria es superior a cualquier cosa. Un invento magnífico.


Sobre el nacionalismo hemos construido nuestras actuales sociedades y estados. Y sobre él en parte seguimos (sólo hay que echar un vistazo a unos Juegos Olímpicos). Sin el concepto de nación quizá hubiera sido imposible lograr la democracia. 

Pero aparte de sus bondades, también quedan algunas lagunas... Se puede identificar como nación una comunidad que tiene en común una serie de rasgos culturales como lengua, religión, tradición e historia. Pero claro, dependiendo del intervalo de fechas por el que optemos, nos pueden surgir unas naciones u otras. Así, un sevillano, por ejemplo, puede reclamar su nación íbera, tartessa, lusitana, cartaginesa, bética, romana, visigoda, del emirato, del califato, del reino taifa, castellana, del imperio español, del reino de España, de Andalucía, de la provincia sevillana, de su ciudad, de su barrio (la de Triana contra la Macarena, cantaba Sabina)... Y en un mismo territorio surgen tantas naciones como historia haya escrita, con su derecho a formar Estado independiente.


No me enrollo más. Dejo la charlita política e histórica para otros lugares. Concluyo con las tres ideas que realmente quería escribir:

Uno: El concepto de nación, y el nacionalismo, son artificios para manejar a la masa. No hay nación natural, sólo artificial. Ningún individuo libre y racional debería identificarse con unos colores antes que con otros por haber nacido en un territorio por el que ha corrido (y correrá) mucha más historia de la que se habla en los libros. Nuestra única patria debería ser la humanidad.


Dos: Lo anterior no quita que, todo pueblo nación que proclame su independencia está en derecho de hacerlo, y la comunidad internacional debe apoyarlo mientras siga defendiendo el modelo de Estado-Nación. Da igual que se llame Kósovo, Tíbet o Cataluña. Los españoles son muy dados a la incoherencia de defender a los tibetanos como oprimidos y de criticar a los catalanes como independentistas.
 

Tres: Lo realmente triste es que la masa se siga fijando en naciones, en lugar de mirar hacia delante, hacia el futuro. La sociedad global, en un mundo plurinacional, no puede basarse en los Estados-Nación, sino en otra cosa. (Qué nación puede quedar actualmente en una ciudad como New York, por ejemplo). Sin embargo, siempre quedarán políticos que aprovechen el oportunismo para dirigir a la masa a sus intereses particulares, y convencerla de que las crisis no son culpa de su mala gestión, sino de la represión ejercida por los extranjeros.


sábado, 22 de septiembre de 2012

Atracción

Era una rubia delgada, de piel morena y mirada afilada, con baile ligero y gesto seductor. La conocía hace años, pero jamás había cruzado palabra con ella. Me atraía desde entonces, desde siempre. Aquella noche, los hilos que nos mueven nos llevaron a compartir mesa en un almuerzo, con fiesta posterior. Y hablamos. Hablamos y reímos...

Newton explicó lo que Kepler había postulado: los movimientos de los astros. Él nos dio el porqué: la atracción de masas por una fuerza natural que actúa a distancia y que llamó gravedad. Desde entonces, la ciencia se apoyó en esto para inventar explicaciones a todo lo desconocido basándose en ese tipo de fuerzas. Todo lo que nos rodeaba existía en un estado tal debido a la atracción y repulsión entre diferentes partículas. El magnetismo sería el ejemplo cumbre. 

Con el tiempo la ciencia descartó que todo fuera atracción o repulsión. Sin embargo, estoy convencido de que en las personas opera algo similar. Ese ser que no conoces, o que conoces desde hace demasiado, y al que irremediablemente te une un hilo invisible cuya tendencia es a acortarse para unir cuerpos y bocas, como dos masas que en el espacio se buscan hasta chocar. 

Las feromonas son sustancias químicas secretadas por los seres vivos con el fin de provocar comportamientos específicos en otros individuos, con frecuencia de la misma especie. Se comportan como un medio de transmisión de señales cuyas principales ventajas son el alcance a distancia y el poder sortear obstáculos, puesto que son arrastradas por las corrientes de aire. Muchas especies de plantas y animales utilizan diferentes aromas o mensajes químicos como medio de comunicación y casi todas envían uno o varios códigos por este medio, tanto para atraerse o rechazarse sexualmente como para otros fines.

No hubo nada entre la rubia de mirada afilada y yo. Y no la he vuelto a ver, ni la volveré a ver hasta dentro de unos cuantos años (supongo). Pero nos atraíamos. Y lo sabíamos. Nos lo decíamos con los ojos (...que el alma que hablar puede con la boca también puede besar con la mirada...). Éramos conscientes de que una nebulosa nos envolvía, que algo nos llamaba el uno hacia el otro, que nos buscábamos en medio de la gente, que nos deseábamos. Mas... quizá no fue nuestro momento, quizá nuestras vidas estaban en otra parte. Y el ser humano perdió hace tiempo ese "dejarse llevar" animal que nos habría conducido a un rincón oscuro, a ser devoradores mutuos, depredador y presa al mismo tiempo uno de otro, a fatigarnos hasta el límite de fuerzas físicas y mentales, a destrozar las fronteras del placer.

Me quedé con tu mirada, te seguiré buscando en el futuro...  

lunes, 17 de septiembre de 2012

On Off

Cuando estás entre la muchedumbre que grita o baila y doblas el cuello mirando arriba sin mirar nada, a un techo, a un cielo. Cuando llegas a un mugriento váter de un ruidoso bar en el que fijas los ojos vacíos en algún rincón cualquiera. Cuando abres la mano frente a ti y la observas como testigo de tu propio ser... y todo da vueltas. Cuando ella te besa, y tú le respondes, y hay abrazos, y estás sintiendo. Cuando llegas a la cama con una sombra detrás que quiere conversar contigo, y no te deja dormir. Cuando despiertas entre brumas sin que nadie te haya despertado, de nuevo la sombra...  

En esos momentos, con nervioso y agresivo gesto rebusco entre mi pelo. Mis manos rastrean cada centímetro y no lo encuentran. Me lo imagino plano y suave, sencillo. Con sólo dos posiciones, sin niveles ni grados. Cierro los ojos y lo veo, pero lo busco y no está ahí. Me imagino que debe ubicarse en un punto lejos del alcance de mis extremidades, demasiado en el centro, demasiado atrás, demasiado pequeño. Pero no me rindo, sigo escudriñando cada pliegue de piel. Busco el interruptor.


Quiero apagarme, quiero ser uno más de todos esos que parecen no pensar en determinados momentos, quiero que mi mente duerma, standby. Cansado de asociaciones y conexiones de todo tipo, entre pasado e inputs presentes, construyendo futuros e ideas inservibles. Especulaciones, castillos en el aire. ¡Olvidadme, malditos creadores de la nada! Dejad de susurrarme palabras a los oídos a cada instante. Quiero apagar la máquina, descansar de su fatiga, encefalograma plano, en blanco, sin memoria ni imaginación, sin captar ni sentir, quiero sólo actuar.


Bajas de nuevo la cabeza y vuelves a la muchedumbre, o sales del mugriento váter al ruidoso bar, o el beso ya terminó, o pasan las horas y no consigues dormir. No lo hallaste. Tal vez no exista el interruptor. A algunas máquinas se olvidó incluirles este pequeño dispositivo. No pasa nada. Busca el cable, siempre hay un cable del que tirar, un enchufe que sacar... Recorres tu perímetro, y ninguna cuerda o similar sale de tu cuerpo. Estás perdido. Funcionas sin alimentación externa. Sólo te resta la autodestrucción. Pero no quieres. Agitas fuerte la cabeza, intentando que la bruma de actividad se vaya a otro lado, como enjambre de abejas que abandona a un árbol en flor. 


Las sacudidas parecen ayudar, pero la bruma sigue ahí. De repente caes en la cuenta... ya has vivido esto, ya sabes que eres tú mismo contra quien luchas. Parlamentas. Sólo puedes suplicarte una tregua. Engañarte... 

jueves, 13 de septiembre de 2012

Insomnio (II)

Insomnio, frustración,  arrepentimiento, enajenación mental transitoria, culpa, sueño, alcohol, drogas.

Alcohol y drogas (sexo y rock and roll ya quisiera...)
Arrepentimiento (qué hace una chica como tú en un sitio como este..y a esta hora)
Enajenación mental transitoria ( tienes un hombre en la cama y tú tirada en el sofá)
Culpa ( era su gran día, y a mí me da por llorar)
Frustración ( en días como este, mejor quedarse en la cama)
Sueño (en 3 horas suena el despertador, me esperan los pacientes; quiero un patrocinador!!!)

Despidiendo transmisión. El poder (autodestructivo) de la mente no tiene límites; gracias a dios (o a lo que sea), mi cuerpo sí. 

martes, 11 de septiembre de 2012

Arrepentimientos

Ya habrán escuchado de mi boca quejas varias en referencia a la desgracia de una eficiente memoria como compañera de diálogo. Sí, cuando en soledad uno se queda consigo mismo, puede optar por la tradición o la vanguardia. Es decir, por explotar sus recursos naturales, o por preferir auriculares y pantallas digitales. Yo soy más tradicional en este sentido, que no sirva de precedente, y cuando la imaginación no da más de sí, opto por los recuerdos.

Y hay un tipo de recuerdos especialmente irritantes que son los arrepentimientos, todas aquellas cosas que a lo largo de tu vida no hiciste, o no dijiste o que deberías haber callado. Se presentan ante ti como puñaladas que pretenden recordarte todas las infinitas vidas que la libertad nos obliga a rechazar. Aquel coche en el que no subiste, aquella boca que no besaste, aquella llamada que no hiciste. El orgullo que no tragaste, las palabras que no pronunciaste, el abrazo que no diste. 

Decía Maquiavelo que es preferible hacer algo y arrepentirse, que no hacerlo y arrepentirse. Y a veces admiro a las personas con esta capacidad. Los fantasmas que le presente su memoria no serán tan desgarradores, tal vez más agudos, pero menos agónicos. Los labios que no probaste siempre se mostrarán como horizonte inexpugnable por tu falta de decisión.

sábado, 8 de septiembre de 2012

El arte y los maestros de la sospecha


Friedrich Nietzsche: 
"... la experiencia estética está de forma íntima relacionada con la ética: dar estilo estético al propio carácter es un arte; la construcción estética es inherente al proceso mismo de vivir, a la toma de posiciones y decisiones mediante las que, al fin y al cabo, nos definimos..."

Karl Marx: 
"... el arte, la experiencia estética, es producto del recuerdo de todas aquellas posibilidades que no hemos sido, pero que añoramos profundamente... "

Sigmund Freud: 
"... el arte es la actividad encaminada a la mitigación de deseos insatisfechos, tanto por parte del creador como del espectador..."


lunes, 3 de septiembre de 2012

Termodinámica y felicidad

[Termodinámica: Parte de la física en que se estudian las relaciones entre el calor y las restantes formas de energía. (RAE)]

Existen tres leyes básicas en la termodinámica. En la segunda se explica el concepto de entropía, que es una forma de medir el desorden de un sistema, entendiendo por desorden aquello que guarda un equilibrio según las leyes del azar. Si tiramos cien veces una moneda al aire, aunque podría salir cien veces cara, lo más probable es que obtengamos unos resultados desordenados, más o menos una proporción equilibrada entre cara y cruz. Esta tendencia a un desorden azaroso es lo que se conoce como una tendencia a maximizar la entropía, tendencia que, según la termodinámica, está presente en el universo en cualquier intercambio de energía.

Por eso, cuando producimos trabajo extrayendo calor de una fuente caliente se hace enfriando ésta hasta igualarla con otra fuente que antes estaba más fría. Es decir, repartiendo la temperatura en un equilibrio azaroso, desordenado. Es como se comporta la naturaleza. Podría hacerlo de otro modo, por ejemplo cuando se nos cae un plato al suelo, en lugar de que sus partículas se disgregaran desordenadamente, se podrían recomponer formando una taza preciosa, pero no es así.

La primera conclusión de este principio es lo que algunos aventuraron como la futura muerte térmica del universo. Es decir, tarde o temprano, todo estará tan desordenado, que será imposible obtener energía de ningún foco. Todo estará a una temperatura similar. La entropía será máxima.

[Felicidad: Estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien. (RAE)]

Pero si nos gusta la paranoia de lo interdisciplinar, a este concepto de entropía se le pueden dar muchas más vueltas. Por ejemplo, Hannah Arendt decía que el ser humano de hoy, representado por el consumidor-laborante, cree en una felicidad basada en el consumo constante de necesidades, sean del tipo que sean: comprar, viajar, leer, trabajar, enamorarse... experiencias al fin y al cabo.

Y aquí, rizando el rizo, podemos plantear que el ser humano nace en un desequilibrio hambriento, lleno de necesidades, frío. Y se zambulle en una vida llena de mundo, de experiencias, caliente. El consumo de la energía producida por la conversión desde el calor de la vida al frío de nuestra virginidad es lo que transformamos en felicidad por momentos. Igual que una máquina de vapor transforma el poder calorífico del carbón en trabajo.

Pero si aplicamos las leyes de la termodinámica a la felicidad… a medida que vaya aumentando la entropía en la relación entre nuestra vida y nuestro entorno, aumentará el equilibrio y disminuirán nuestras posibilidades de generar felicidad. Cada vez somos menos fríos (menos inocentes), y nuestro mundo está cada vez menos caliente (más exprimido). ¿Resultado? Las emociones fuertes se van acabando, se nos agota la energía vital, los chutes de felicidad... Nos quedará refugiarnos en la entropía, en el equilibrio del desorden, cuando ya nos hayamos desparramado azarosamente por la vida, o la vida por nosotros.




lunes, 20 de agosto de 2012

Samia Yusuf Omar

Lo iba a contar, pero imagino que ya lo habrán leído en el periódico. Y si no, creo que los periodistas lo hacen bastante bien:


Uno se olvida fácilmente de la suerte que le iluminó al caer en este continente y no en otro. A pesar de esquivar diariamente inmigrantes que rebuscan en contenedores nuestros desechos, o de saludar con desgana las negras caras sonrientes que nos llaman "amigo" en cada semáforo. 

A veces me río de esta crisis de pacotilla, de nuestros amores y desamores, de nuestras rebajas. Nuestro ímpetu de vida es nada comparado con una patera llena de sueños. Eso sí son ganas de vivir.


Otro post interesantes sobre ella: Enlace a blog Mujeres de El País.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Mater españa

Los tartessos, la primera civilización de occidente. Luego los íberos, los vascones, los celtas y los fenicios. Más tarde llegaron los griegos, y después los cartagineses. Y en las Guerras Púnicas, los romanos decidieron asentarse aquí. Y tuvieron que luchar contra todos los que ya estaban. Eran tiempos de Viriato y de Numancia. Tiempos en los que quizá un algo distinto comienza a caracterizar a la gente de la península, encerrada entre los Pirineos y las columnas de Hércules. Los romanos perdieron muchas legiones intentando pacificar esta tierra. No lo consiguieron.

Con la caída del imperio, llegaron los visigodos, hasta que el Islam y la mejor civilización del momento los barrió del mapa, exceptuando pequeñas comunidades cristianas escondidas en el norte. Al-Ándalus se convirtió en el centro cultural del mundo conocido. Con el tiempo, los musulmanes comenzaron a matarse entre ellos. Los cristianos también harían lo mismo, pero además empujaron poco a poco a sus vecinos más allá del estrecho. Llega el Renacimiento con una "España" de muchos reinos, un nuevo mundo en su bolsillo, y oro, mucho oro. Lo siguiente fue orgullo. Malatesta se lo dijo a Alatriste: "Los españoles sois vanidosos y toscos, os manca fineza, quizá por eso domináis el mundo. Por ahora."

El nuevo imperio se hizo abanderado del catolicismo y creyó que el oro nunca terminaría. Expulsó a judíos y mudéjares. La ciencia era herejía, las universidades dejaron de crecer. Mientras, los reformistas se arraigaron en Inglaterra y Holanda, que con los años serían centro comercial del mundo y la cuna de la Revolución Industrial. Los franceses se cansaron de todo y prefirieron pasar a cuchillo a todo noble que abriera la boca. Un don nadie, Napoleón, se hizo emperador de Europa hasta que llegó por tierras españolas, donde fue vencido. Aquí escribíamos una constitución pionera (la Pepa) para después darle la bienvenida a un Borbón más. Ya siempre iríamos a la cola. Trafalgar hundió nuestros últimos barcos.

Más tarde decidimos adelantarnos. Dimos un salto a la Republica más progresista de Europa, y otro al fascismo emergente. Y ya puestos, saltamos también a una guerra a modo de preámbulo a la que el resto del mundo viviría meses después. Los españoles siempre tenemos prisa por matarnos. Cuando los aliados terminaron con Hitler decidieron olvidar a España en su península, y ahí nos quedamos unos 40 años. Cuando muere el "caudillo" organizamos una pacífica y admirable transición, apoyada por el llamado milagro económico español. Y ahora... ahora estamos perdidos entre políticos, paro, burbujas, bancos y primas. 

Somos la tierra que separa Europa de África. Somos los que vencimos a Roma y a Napoleón, y los que perdimos la Armada Invencible. Somos los que aprueban la ley del aborto más avanzada del mundo para un año después aprobar la más retrógrada de Europa. Somos tierra cainita, pero número uno en donante de órganos. Capaces de dar la vida por cualquiera y quitársela al vecino. Somos tierra de borregos, pero eso sí, egocéntricos. Autoconvencidos de vivir en el mejor país posible, aunque expertos en sangrarlo en voz y obra. Somos la tierra del ruido en el bar y el silencio en la procesión. Del olé en el toreo y el insulto en la riña. Somos la España que caía en cuartos, y la del 12 a 1 a Malta. La del gol de Zarra, y la del gol de Arconada. 

Somos un pueblo que odia a sus políticos, y ama a sus deportistas. Tierra de poetas y pintores exiliados. Del enchufismo, del funcionario incompetente, del vuelva usted mañana, de la siesta y la fiesta, del dinero negro, del marca como diario más leído. Somos la falta de humildad, la falta de duda. Los valientes a bote pronto, los cobardes que miran a otro lado. Los que se ríen de quien tropieza. Somos el Quijote. Somos el paradigma del carpe diem. 

Somos tierra de naciones bajo una bandera que nadie agita (acomplejada por la tricolor) y un himno sin letra. Somos nacionalistas hasta la médula, desde el pueblo perdido en las montañas, hasta cualquier heredero de uno de entre tantos reinos, condados o marcas. Acostumbrados a glorificarnos en el pasado antes que mirar al futuro. Somos ejemplo de corazón y sinrazón, para lo bueno y para lo malo. No pensamos... no preguntamos... actuamos. Somos, volviendo a Alatriste, un tercio español.        

   

Escena final de Alatriste.

jueves, 26 de julio de 2012

Enjolras

Tengo la teoría de que aquellas personas que leen muchas novelas cuando son niños, de mayor necesitan vivir muchas vidas. No se conforman con una, quieren vivir muchos libros, muchas autobiografías. Yo no fui de esos. Los libros llegaron tarde a mi mesita de noche. A pesar de esto, sí acumulo dentro las ansias de vivir múltiples personajes (de ahí mi frustrada carrera de actor). Aunque a la vez tengo las mismas ansias de no saber muy bien para qué vivir. Por tanto, ambas inquietudes se neutralizan un poco y eso hace que vaya malviviendo.

Todo esto es porque quiero escribir sobre Enjolras, personaje secundario de Los Miserables de Víctor Hugo. Fue el líder del pequeño grupo revolucionario que aguantó en la barricada de la calle Chanvrerie; el que lloró cuando tuvo que matar a un joven oficial artillero que castigaba con la metralla de su cañón las murallas improvisadas; el que miraba con indiferencia a las mujeres y a los amores propios de su edad; el que amaba la República y sus ideales; al que su amigo Bousset calificó de frío como la nieve y atrevido como el fuego. 

De él fue un discurso que tiempo después es considerado como paradigma del romanticismo. Lo pronunció en la barricada, antes de la defensa final, cuando la muerte estaba cerca: 

"Ciudadanos: el diecinueve es un gran siglo, pero el siglo veinte será un siglo feliz. Nada será como en la vieja historia; no habrá nunca más que temer, como hoy, una conquista, una invasión, una usurpación, una rivalidad de naciones en armas, una interrupción de la civilización dependiente de un matrimonio de reyes, un nacimiento en las tiranías hereditarias, un desmembramiento por derrumbamiento de dinastía. Un combate de dos religiones encontrándose en el frente, como dos carneros de sombra, en el puente del infinito. No tendremos por qué temer la explotación, la prostitución por el desamparo, la miseria por el desempleo, el cadalso, la espada, las batallas, y todos los asaltos del azar en el bosque de los acontecimientos. Podremos incluso decir: no habrá ya acontecimientos. Seremos felices. [...]"

Es una pena que hayamos defraudado a Enjolras de esta manera. Supongo que su fuerza se rendiría si despertara hoy y viera en que acabó su revolución, en qué acabó ese siglo XX aún por venir.

Murió de forma bella: en medio de la contienda, cuando se le acabaron las balas, extendió los brazos ofreciendo el pecho a quien le fuera a fusilar. Y en palabras del autor:
"En cuanto Enjolras cruzó los brazos, aceptando el fin que se le preparaba, el ruido atronador de la lucha cesó en la sala, y aquel caos se convirtió repentinamente en una especie de solemnidad sepulcral. Parecía que la amenazadora majestad de Enjolras, desarmado e inmóvil, pesaba sobre el tumulto, y que, con sólo la autoridad de su tranquila mirada, aquel joven, el único que no había sido herido, magnífico, ensangrentado, hermoso, indiferente como si fuera invulnerable, obligase a aquella siniestra gente a matarle con respeto."

Sé que no es más que un personaje de ficción. Pero si tuviera que elegir a quién interpretar en una adaptación teatral de esta novela... ya sabéis quién sería. Me quedaría sin ser Mario y sin besar los labios de Cosette, e incluso sin experimentar los castigos y hazañas de Jean Valjean. Me quedaría con ese pequeño papel de soñador que muere por su república entre el respeto de sus asesinos.  


lunes, 23 de julio de 2012

INSOMNIO


Insomnio, despierta en esta habitación prefabricada sin esmero. Atosigo al reloj, esperando un momento que no llega.
Rabia, espiral sangrienta que va arrancando trozos de mí a su paso. Siento deseos de los que me avergüenzo al encender la luz...y sin embargo, reinciden. Atrapada en una ambición resucitada de los años en que Bécquer llamaba erial a mi vida.

Vivo en una resaca de emociones, mi felicidad está tan baja como la economía del país y el placer sólo está en fotos colgadas de la pared.

Brindo por las drogas que adormecen y matan mi conciencia.





CONTRAPORTADA

Ya me avisaron que los nombres dramáticos no duraban mucho por aquí.

En estos meses de ausencia

He volado kilómetros, he ido a sitios que no pensé ir, he subido escaleras imposibles, he estado en
Me he aplastado entre una cola de orientales, he comido su comida, he recorrido Beijing en bici y he contemplado tesoros antiquísimos.

He cambiado de ciudad, de idioma, he descubierto que podría sentirme en casa en cualquier lugar. He dejado cosas pendientes: un trozito mío esperando reencontrarse en el barrio gótico.

He conocido a hombres de los que me podría enamorar, y sin embargo amo más que nunca al hombre con quien estoy.

He escuchado de tu boca lo que hace tanto tiempo que se. He deseado más que nunca que seas feliz, pero no lo veo.

miércoles, 11 de julio de 2012

Sima misteriosa

Decía Victor Hugo que hay miradas que abren una sima misteriosa por instantes para luego cerrarla. Que cada mujer, en varias ocasiones en su vida, deja escapar alguna mirada así. Y que para cualquier hombre, mejor estar bien lejos en dichas ocasiones, o pobre de él si cruza mirada en ese relámpago.

Es mágico, sorprendente, absurdo y aterrador el cómo una mirada, una sonrisa, dos preguntas y alguna respuesta pueden nublar la vista. Olvidar toda preocupación para centrar como objetivo de toda atención a una persona. Tal vez sin conocerla. Quizá sólo su nombre, sus ojos, su boca, su nariz, su pelo. Cruzando veinte palabras, entre las que no estuvo... vente.

(...)

A veces odio el amor.

El amor ese que nos roba la amistad. Quién creyó que un grupo de amigos como los de la exitosa serie friends podía ser más importante que los continuos ligues de sus protagonistas. Por hormonas o soledad la prioridad de cualquier humano es su pareja actual, los amigos son otra cosa en un escalón inferior. Y la amistad ya no es lo que Aristóteles proclamaba.

El amor ese que nos roba el sexo. Ese que impide la copulación libre entre seres que se atraen porque se supone que tiene que haber algo más. Ese que prohíbe que dos personas sin compromiso se den el homenaje del placer por el puro placer. Ese que ha reprimido al estrecho marco de hacer el amor el arte de follar, consiguiendo que muchos incluso olviden dicho arte, y sólo se preocupen de no mancharse.

El amor ese que ha encarcelado a seres humanos en la profunda infelicidad obligada por leyes escritas y flotantes, por hijos que ya no nacen de óvulos y esperma, sino de la bendición de Afrodita o Yahveh. Matrimonios encadenados en juramento convirtiendo en mísera la vida de amantes que son, a un mismo tiempo, reos y verdugos.

El amor ese que te hace capitalista y propietario, comerciante de personas, esclavista. Que despierta el egoísmo de no compartir aquello que crees poseer. Los celos o envidia crecen en ti, y siempre el odio vendrá de escudero a presentar sus respetos (será que van de la mano, según dicen). El orgullo y lo mío son murallas muy altas para dejar que el amante se vaya con otro. 

El amor ese que duele, agrieta, desgarra, mata, quema, oprime, resquebraja, destroza, rompe, descuartiza y despedaza eso que él mismo había creado y cuidado con mimo.

Qué palabra el amor que encierra tanto, desde el ideal más bello construido por la razón, hasta los instintos más feroces y primordiales de nuestros genes. Todo en uno. Qué iluso el ser humano con sus inventos.

(...)

Cuando me cruzo con una mirada de esas que Victor Hugo anunciaba... no queda más que esperar anhelante, a ver si entra en tu casa. Pues, aunque colmado quedes de dudas, sabes que en esos inventos de humanos ilusos es donde está lo más cercano a estar (que no ser) feliz.

domingo, 8 de julio de 2012

La historia de los malditos

Cuando me siento en el banco de un parque, pienso en todos aquellos que se habrán sentado allí. En los secretos que se habrán contado, en los asesinatos que se habrán planeado. En los sueños que la imaginación recreaba durante el tiempo de reposo de algún humano hace años. En los primeros besos dados sobre ese respaldo, y en los amores rotos. En las manos que agarrarían fuerte su estructura ante una mala noticia inesperada, o un ataque al corazón que sería el fin. 

Eso también es historia. Cada persona es una historia. Cada momento. Cada banco del parque. Amo la historia porque es nuestro libro de familia, nuestro álbum de fotos. Papá y mamá también son aquellos que vivieron hace muchos años. Y de ellos estamos hechos. Y en ellos podemos mirarnos como espejo sabio que ha vivido todo lo que nos tocará vivir a nosotros. 

Por ello emprendo nueva aventura. Por ello me embarco en la escritura de un nuevo blog: La historia de los malditos

No pretendo ser historiador, sólo narrador de historias que unos ya vivieron y otros ya contaron.  

miércoles, 4 de julio de 2012

En el laberinto

Vivo en un barrio humilde. Eso es lo que he sentido cuando a esta hora, ya entrada la noche, he subido a recoger ropa tendida y olvidada en la terraza. Entre las antenas y respiraderos se ve a lo lejos (y tan lejos) la luna llena. De vez en cuando me viene un olor a refrito y ruidos de cacerola de algunas cocinas. Y a mi alrededor siento familias viviendo, cenando juntos, discutiendo o hablando. No sé por qué me vino la sensación de humildad.

No conozco realmente a ninguno de mis vecinos, pero desde fuera creo entenderles. Son de ese tipo de personas que confían en una felicidad sencilla y luchan por ella, que no entienden por qué los niños ricos se suicidan, y que no creen en cuentos de hada.


Y es que en busca de esa felicidad cada cual está en puntos distintos del laberinto. Conozco a quienes tienen muy poco y su placer está en lograr pasear los domingos con sus hijos pequeños y pagar sus deudas. Conozco a quienes lo tienen todo, pero se sienten solos y aburridos. Conozco a quienes disfrutan de un grato equilibrio, pero están buscando la emoción de lo diferente cada día. Conozco a quienes la atractiva inestabilidad les pide una vida calmada y sin altibajos. Y conozco a los que están completamente perdidos en la espiral.

¿Saben lo que no conozco? No conozco a nadie que esté parado. A nadie que no esté buscando. A nadie que no esté bailando, comprando, corriendo, enamorándose, viajando, comiendo, follando, estudiando o trabajando. Todo el mundo hace algo para algo. 

Todos buscamos al final algún porqué para alguna acción en la que emplear nuestro tiempo. Da igual si es más o menos elevada, o más o menos común. Yo me quedo embobado con las causas y acciones de cada cual. Algunas tan simples, otras tan sublimes. Algunas que comparto y otras que no. Aunque al final algo me dice que todas son de la misma naturaleza: inventiva humana para seguir cual ratoncillo dando vueltas en el laberinto. ¿Alguien nos dijo que entre tanto pasillo habría una salida? Supongo que nos es indiferente, nuestro conato es seguir indagando. La vida, sea planta o animal, siempre es movimiento. 




 

viernes, 22 de junio de 2012

Silencio

Cuando lo nombras desaparece.

Siempre me llamó la atención cuando alguien volvía a casa y encendía la televisión aunque no fuera a verla. Con el tiempo, viviendo solo, uno se da cuenta de la diferencia entre estar acompañado por alguien o estar acompañado por sonidos. Desde mi hogar soy consciente siempre de cuándo tose el vecino... Y echo de menos el silencio. Sobre todo cuando mis instintos asesinos me imploran comprar un rifle y acabar con los niños que vociferan en la calle mientras castigan un balón. O mejor un revólver y poner fin a los ladridos del perro enano que martillea mi paz desde el piso de enfrente.

No obstante, cuando alguien más está conmigo en casa, no escucho nada de esto. No hay ruidos. Quizá sea un castigo de la sociedad para aquellos que intentan vivir solos.

Me gusta la gente silenciosa. Me gustan los momentos donde se puede tocar el silencio.

Las cámaras anecoides son salas diseñadas especialmente para absorber los sonidos. En Minesota existe una que absorbe el 99,99 % del ruido. Sin embargo, por atrayente que pueda parecer para montarla en nuestra sala de estar, ningún ser humano puede permanecer dentro más de 1 hora, se volvería loco. La mente pierde el control, escuchamos el fluir de nuestra sangre, nuestra respiración, nuestras tripas.., y perdemos el norte y el equilibrio.

Quizá el único silencio que echemos en falta sea el de nuestros orígenes, el atronador silencio de la naturaleza, no el silencioso ruido de las colmenas dormitorio de las grandes ciudades.

http://www.abc.es/20120619/ciencia/abci-lugar-silencioso-mundo-lleva-201206191639.html

lunes, 11 de junio de 2012

Rescate

Vamos a ser la generación con los mayores conocimientos macroeconómicos de la historia. Los españolitos ya hablamos como economistas en potencia. Cuando hace algunos años alguien dejaba escapar algún comentario sobre el IPC le mirábamos algo desconfiadamente. Hoy, sin embargo, en cualquier esquina es fácil encontrar una tertulia sobre la evolución del IBEX o el Dow Jones. 

Uno echa de menos, y lo que voy a decir es políticamente incorrecto, abrir un periódico y encontrar algún que otro asesinato, accidente en carretera, atentado o sucesos varios. Incluso se llega a echar de menos el típico caso de corrupción urbanística. No, todo esto acabó para nosotros, ya nadie muere de forma violenta. La noticia está en otro meollo. Lo que nos importa es el valor de la prima de riesgo, las elecciones griegas y las reuniones de un tal BCE.

Yo soy de los que creo que en historia todo es cíclico, a pesar de la impredecibilidad inmediata del ser humano, seguimos siendo animales predecibles a largo plazo. Todos estos guisos están labrando una sociedad que ya no tiene fe en el sistema (no es que yo antes la tuviera). Y cuando mucha gente a la vez pierde los pilares de sus creencias... y son gente donde ni la racionalidad ni la bondad priman... acaba explotando algo. Ya lo sabían los inventores de las grandes religiones. 

Pero hoy... no creemos en la democracia, ni en dios, ni en la felicidad, ni en la familia, ni en la patria, ni en la ciencia, ni en el dinero, ni en los intelectuales, ni en la honradez, ni en el valor, ni en la ética. Algunos ilusos afortunados tienen la posibilidad de estar creyendo en el amor (divina creencia, quién fuera uno de ellos). Pero el resto... empiezan a notar picor en la nuca. Es el sin-sentido de la vida (sí, muchos creen que tiene sentido). 

Y esta salsa a fuego lento, en los libros de historia, se llama preámbulo de revolución. ¿Será así? Quizá me equivoque. El fútbol sigue cimentando las vidas aburridas. Y el banco, tarde o temprano, volverá a conceder hipotecas. 

domingo, 3 de junio de 2012

Andy Dufresne

Me equivoco en mis propios conceptos, me digo que mi libertad consiste en arriesgarme y rebelarme.

Me regalan un pájaro enjaulado como metáfora explícita de mi situación actual. Manda huevos. 

Y miro el pájaro chocando contra los barrotes y sé que si le abro la puerta morirá de inanición o de institucionalización. Le he puesto de nombre Andy Dufresne, esperando que algún día consiga escapar vivo de ésta. Ya sabéis, empeñarse en morir o empeñarse en vivir.
Lo miro, decía, y sé que sueña con otro tipo de vida en el que no siempre hay comida ni agua disponible, con menos comodidades, en el que no esperan de ti que cantes bien y seas bello (hay quien me sugirió que si no cantaba mucho le diera hormonas). Pero que pueda volar.

Cuanto más insoportable se vuelve mi existencia más me vuelco hacia los demás, en una dependencia rastrera que, bajo el pretexto falsamente hermoso de entrega, me hace ver la vida como si el resto tuviera la llave de mi celda, de la puerta de mi jaula.
O como si mi libertad dependiera exclusivamente de esa puerta, sin contemplar todas las posibilidades de las paredes. 

Mi libertad, al fin, es saber que quiero volar. Y es no perder nunca la esperanza de hacerlo.






sábado, 26 de mayo de 2012

10736 días

Siento que me hago viejo. Me siento a tomar copas entre compañeros de trabajo y escucho a mayores hablando de matrimonios que sobrellevan y a jóvenes buscando dinero. Yo, en medio, adentrándome en una extraña madurez. 

Hoy cumplo 10736 días.

He aprendido que soy un privilegiado por haber nacido donde uno se preocupa de comer poco en lugar de intentar comer algo. He aprendido que sigo siendo un animal homínido disfrazado de humanista, y que jugar con esta mezcla es todo lo que hacemos. He aprendido que no nos gobiernan los mejores, y que la historia es una novela triste. He aprendido que el mundo aún sigue siendo grande, y que en todos los lugares se puede aprender algo interesante. He aprendido que el dinero sólo sirve para comprar comida y libertad.

He aprendido que soy muy diferente a la gente que me rodea, y que esto no es ningún privilegio. He aprendido que soy mejor que la media en muchas cosas, y que soy peor que los mismos en otras. He aprendido a ser paciente, a callar, a escuchar, a ponerme en el lugar del otro, y a buscar otros puntos de vista. He aprendido que la pereza, la cobardía y el orgullo son mis pecados capitales.

He aprendido que la mujer es lo más bello que uno puede sentarse a observar. He aprendido que no soy guapo, que puedo enamorar a una mujer, y que me cuesta enamorarme de verdad, aunque cada día me enamore de mentira. He aprendido a saber dónde podría buscar retazos de felicidad. He aprendido a echar de menos lo que no tuve y lo que tuve. He aprendido a desear un baño caliente, un cielo estrellado o una luna llena. He aprendido que dios no existe, y a creer en utopías. He aprendido a amar a los gatos, y a ser uno de ellos.

He aprendido a caerme de un pedestal, a volverme a levantar, y a darme cuenta que estaba subido sólo sobre humo. He aprendido que la vida te sorprende, pero que los años te van robando las sorpresas. He aprendido que por muy especial que creas ser, en determinadas ocasiones, sigues siendo uno más. He aprendido a coserme cicatrices que no se ven. He aprendido que la primavera sólo dura un segundo.

He aprendido a lamerme las heridas. A cortarme el pelo solo, a arroparme cuando tengo frío, y a darme ánimos y calma cuando desespero. A ser la mano en mi hombro. He aprendido a prever lo que luego ocurre, y fallar pocas veces, menos de las que en ocasiones me gustaría. He aprendido a convivir con los recuerdos y con los errores. He aprendido a secar lágrimas propias y ajenas.


domingo, 6 de mayo de 2012

Be afraid to not try

Viernes tarde de alcohol y palabras. Intercambio copas con un señor que ya se ha hecho mi amigo, aunque tenga edad de ser mi padre. Hablamos de la vida. Entre teoría y teoría él me explica lo que cree que es nuestro mayor problema: demasiados "¿Y si...?" y muy pocos "¿Y qué?". Estamos educados en el miedo. Desde todos los puntos a donde uno mire es difícil no acabar siendo un acojonado, un miedica, un cobarde. A todos nos pasó, todos tuvimos padres que nos construyeron para no dar nunca un paso al frente.

¿Y si no me gusta, y si no le gusto, y si me pierdo, y si me equivoco, y si me despiden, y si me duele...? ... ¿Y qué?

El sexagenario me confiesa que si volviera a vivir, si tuviera otra oportunidad, viviría sin miedo. Esa es su espina clavada.

Y para mí pensaba que el maldito llevaba razón, la razón que dan los años y la perspectiva de mirar atrás y arrepentirse por lo no hecho en lugar de por lo intentado. Y pensaba que yo no podía pecar a sabiendas, no podía llegar a viejo y arrepentirme de los mismo. Aunque también pensaba en el miedo a perder lo que se tiene, eso que no se valora hasta que se va. Es complejo arriesgar los pilares de una vida, los que sabes que, cuando no estén, cojearás durante años. Y por eso él me aclaró: si tuviera otra oportunidad no significa lo mismo que si diera marcha atrás.

La tarde avanzó para meterse en la noche. Faltaba la última cerveza, la que yo pagaba. Me llevó a un bar desconocido, un espacio multicultural, con galería de arte incluida. Encima de la barra una gran pizarra donde habitualmente se escribe la carta de comidas: tapas, montaditos y raciones. Pero aquella noche no había nada, sólo una frase escrita en mayúsculas y en cinco líneas:

DON'T
BE AFRAID
TO FAIL
BE AFRAID
TO NOT TRY

Se lo mostré al abuelo, puso cara de sorpresa, y rió.

Nota: el bar al que se hace referencia es Galerías Aurora, en Sevilla.

jueves, 3 de mayo de 2012

La buenAventura

hay cosas que sólo con mirarlas se hacen realidad,
soy de un amor de venas largas y violetas, de un amor puesto del revés,
de una familia inventada
de una luna temblona.

me miraste diciendo que fracasar es aprender
yo andaba vestida sólo con unos pantys de fantasía
luego
tus manos en mis caderas
y finales de orquesta que no me dejan dormir

tus mentiras sonámbulas, mis creencias oníricas
te vi preparando con esmero la cabina de vuelo
y yo compro unas alas de mariposa por internet

generación drogada de éxito ficticio
inmóvil ante el derrumbe de lo que no luchó
sin ojos para mirar y poder seguir haciéndose la dormida

me embadurno de dudas vomitadas,
me limpias con pañuelo las comisuras
me siento respirar, y latir

reconozco el motor: ése que se hace llamar amor