lunes, 3 de agosto de 2015

La bola de nieve

Cuando son varias las cervezas que ya corren por tus venas, no te sorprende que a la mente vengan pensamientos de Bergson. No son frases cualesquiera. El maldito filósofo francés presumiendo de su Premio Nobel se le ocurre decirte que toda percepción está construida a partir de la memoria, de los recuerdos de experiencias anteriores. La subjetividad de lo percibido se explica por eso. Cada cual tiene su propio punto de vista porque estos son generados a partir de recuerdos de experiencias pasadas. Y la vida de cada uno, por suerte, siempre será distinta, por parecidas que parezcan. Somos, decía Bergson, la bola de nieve que corre blanca ladera abajo, haciéndose mayor sobre lo acumulado. Somos nuestro pasado abriéndose camino hacia el futuro.

Y cuando conozca a esa persona, cuando llegue a tal ciudad, cuando probé aquel plato, y cuando escucho tus palabras... nada puede ser nuevo para mí, ni para ti. Porque yo ya soy varios años de otras personas, ciudades, comidas, palabras, memorias y recuerdos. Me lo ha enseñado el filósofo francés.

La sociedad de nuestro siglo tiene muchas carencias. Y los grandes pensadores, articulistas y tertulianos buscan dar con la mayor de todas, esa que siendo satisfecha cure todos nuestros males. Yo vengo apostando últimamente por una en concreto: la humildad. Creo que la revolución tecnológica que está llevando a la ciencia y al pseudo-conocimiento a ser un artículo de consumo rápido nos está impregnando de cierta... vanidad. Y no sé si será eso. O también que ya la gente viaja no con la cabeza gacha para aprender lo grande que es el mundo, sino con demasiadas fotos que enseñar a la vuelta. Dónde quedó el sólo sé que no sé nada.

Volviendo a Bergson... y al conocimiento... él decía que la inteligencia se pasa la vida buscando determinadas cosas que nunca encontrará. Y que el instinto podría fácilmente encontrarlas, pero nunca las va a buscar. Por eso opinaba que el ser humano debería intentar conseguir cierto instinto auto-consciente. Lo llamó intuición. Y, según él, por instantes, se podría simpatizar con lo real, podríamos captar, intuir, la bola de nieve rodando por la montaña.

También escribió sobre la risa: Nos reímos de aquello que representa inconscientemente una caricatura de nosotros mismos. Así pues... sonriamos.