lunes, 3 de septiembre de 2012

Termodinámica y felicidad

[Termodinámica: Parte de la física en que se estudian las relaciones entre el calor y las restantes formas de energía. (RAE)]

Existen tres leyes básicas en la termodinámica. En la segunda se explica el concepto de entropía, que es una forma de medir el desorden de un sistema, entendiendo por desorden aquello que guarda un equilibrio según las leyes del azar. Si tiramos cien veces una moneda al aire, aunque podría salir cien veces cara, lo más probable es que obtengamos unos resultados desordenados, más o menos una proporción equilibrada entre cara y cruz. Esta tendencia a un desorden azaroso es lo que se conoce como una tendencia a maximizar la entropía, tendencia que, según la termodinámica, está presente en el universo en cualquier intercambio de energía.

Por eso, cuando producimos trabajo extrayendo calor de una fuente caliente se hace enfriando ésta hasta igualarla con otra fuente que antes estaba más fría. Es decir, repartiendo la temperatura en un equilibrio azaroso, desordenado. Es como se comporta la naturaleza. Podría hacerlo de otro modo, por ejemplo cuando se nos cae un plato al suelo, en lugar de que sus partículas se disgregaran desordenadamente, se podrían recomponer formando una taza preciosa, pero no es así.

La primera conclusión de este principio es lo que algunos aventuraron como la futura muerte térmica del universo. Es decir, tarde o temprano, todo estará tan desordenado, que será imposible obtener energía de ningún foco. Todo estará a una temperatura similar. La entropía será máxima.

[Felicidad: Estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien. (RAE)]

Pero si nos gusta la paranoia de lo interdisciplinar, a este concepto de entropía se le pueden dar muchas más vueltas. Por ejemplo, Hannah Arendt decía que el ser humano de hoy, representado por el consumidor-laborante, cree en una felicidad basada en el consumo constante de necesidades, sean del tipo que sean: comprar, viajar, leer, trabajar, enamorarse... experiencias al fin y al cabo.

Y aquí, rizando el rizo, podemos plantear que el ser humano nace en un desequilibrio hambriento, lleno de necesidades, frío. Y se zambulle en una vida llena de mundo, de experiencias, caliente. El consumo de la energía producida por la conversión desde el calor de la vida al frío de nuestra virginidad es lo que transformamos en felicidad por momentos. Igual que una máquina de vapor transforma el poder calorífico del carbón en trabajo.

Pero si aplicamos las leyes de la termodinámica a la felicidad… a medida que vaya aumentando la entropía en la relación entre nuestra vida y nuestro entorno, aumentará el equilibrio y disminuirán nuestras posibilidades de generar felicidad. Cada vez somos menos fríos (menos inocentes), y nuestro mundo está cada vez menos caliente (más exprimido). ¿Resultado? Las emociones fuertes se van acabando, se nos agota la energía vital, los chutes de felicidad... Nos quedará refugiarnos en la entropía, en el equilibrio del desorden, cuando ya nos hayamos desparramado azarosamente por la vida, o la vida por nosotros.




5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. No sé muy bien a qué te refieres, pero en este blog no se borra ningún comentario nunca. Si así te ha sucedido, habrá sido por misterios de la técnica...

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  2. Decía en mi comentario que ese equilibrio entre lo interior y lo exterior creo que en realidad es la aspiración de todo ser humano, y que es algo que con frecuencia se logra después de toda una vida.
    Disculpa mi desconfianza, y mi torpeza.

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    1. Eso es lo que yo no tengo tan claro. Si de verdad aspiramos a ese equilibrio, o quizá preferimos seguir ondulando entre la necesidad y su consumo, entre la sed y la embriaguez.
      Supongo que, como buenos seres humanos, queremos las dos cosas.
      Gracias por volver.

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