lunes, 25 de febrero de 2013
viernes, 22 de febrero de 2013
Lo peor del amor cuando termina
Publicado por
FOLIE
a las
13:05
Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos.
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos.
Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…
martes, 19 de febrero de 2013
El bien y el mal
Publicado por
FOLIE
a las
17:49
Khalil Gibran, en "El mundo perfecto" dice:
[...] Yo, un caos humano, nebulosa de confusos elementos, deambulo entre mundos perfectamente
acabados; entre pueblos que se rigen por leyes bien elaboradas y que obedecen un orden puro, cuyos pensamientos están catalogados, cuyos sueños son ordenados, y cuyas visiones están inscritas y registradas.
Sus virtudes, ¡oh Dios!, están medidas, sus pecados están bien calculados por su peso, y aun los
innumerables actos que suceden en el nebuloso crepúsculo de lo que no es pecado ni virtud están
registrados y catalogados[...]
De adolescente, al escuchar los primeros discos de Shakira, intuía que se había inspirado en el poeta árabe para componer algunas letras . Eso fue mucho antes de que se convirtiera en lo que hoy es, el productito número 7.325, o la loba loca rabiosa.
Cuanto más adultos, más apostamos en este juego, más se pierde si no cumples las normas. Ser rebelde ya no es una monería de juventud que todos miran con condescendencia teñida de añoranza, es un incordio en a institución, en la sociedad, es un algo-que-corregir-por-tu-bien. La infidelidad a los catorce se supone menos dolorosa que a los cuarenta. Se acabó el tiempo de dormir de día y romper horarios, vestir desaliñado, sentir locuras. Los adultos siguen las normas, se esfuerzan por ser amados, ya no dudan de sí mismos y sobre todo, saben lo que está bien y lo que está mal.
A veces, recostada en el apoyabrazos de un sofá, me pregunto si seré la única que tiene los conceptos alborotados, la única que siente lo que no debería sentir. La única que no quiere cumplir con los estándares, aunque esto sea otra suerte de esclavitud.
A veces me resulta complicadísimo luchar contra este gigante que desea hacer de mí otro productito, en esta escala en la que habito. Y me siento a salvo por momentos al escribir estas cosas, pero es un error. El albañil que está en mi casa me pide que no me preocupe porque el suelo hoy quedará manchado, pero mañana con un fregado quedará limpio. Que él sabe, por su mujer, que pese a que me lo advierte, hoy me afanaré con la fregona. Lo miro desde millones de años luz. Lo miro desde el hueco de mis pupilas y no entiendo su idioma, pero caigo en lo que él ve en mí. Veo este cuerpo, esta edad, este tono de voz.
Sé que no soy la única, pero todos nos escondemos de los demás y fingimos saber de qué va esto de ser adultos. Como si la sabiduría viniera de cumplir años. Como si no fuese necesario pararse a escuchar al loco que llevamos dentro, parido y criado en secreto. Como si la razón llevara razón, y las normas fueran lo normal. Como si desperdiciar la vida llevara inherente tener una segunda oportunidad.
[...] Yo, un caos humano, nebulosa de confusos elementos, deambulo entre mundos perfectamente
acabados; entre pueblos que se rigen por leyes bien elaboradas y que obedecen un orden puro, cuyos pensamientos están catalogados, cuyos sueños son ordenados, y cuyas visiones están inscritas y registradas.
Sus virtudes, ¡oh Dios!, están medidas, sus pecados están bien calculados por su peso, y aun los
innumerables actos que suceden en el nebuloso crepúsculo de lo que no es pecado ni virtud están
registrados y catalogados[...]
De adolescente, al escuchar los primeros discos de Shakira, intuía que se había inspirado en el poeta árabe para componer algunas letras . Eso fue mucho antes de que se convirtiera en lo que hoy es, el productito número 7.325, o la loba loca rabiosa.
Cuanto más adultos, más apostamos en este juego, más se pierde si no cumples las normas. Ser rebelde ya no es una monería de juventud que todos miran con condescendencia teñida de añoranza, es un incordio en a institución, en la sociedad, es un algo-que-corregir-por-tu-bien. La infidelidad a los catorce se supone menos dolorosa que a los cuarenta. Se acabó el tiempo de dormir de día y romper horarios, vestir desaliñado, sentir locuras. Los adultos siguen las normas, se esfuerzan por ser amados, ya no dudan de sí mismos y sobre todo, saben lo que está bien y lo que está mal.
A veces, recostada en el apoyabrazos de un sofá, me pregunto si seré la única que tiene los conceptos alborotados, la única que siente lo que no debería sentir. La única que no quiere cumplir con los estándares, aunque esto sea otra suerte de esclavitud.
A veces me resulta complicadísimo luchar contra este gigante que desea hacer de mí otro productito, en esta escala en la que habito. Y me siento a salvo por momentos al escribir estas cosas, pero es un error. El albañil que está en mi casa me pide que no me preocupe porque el suelo hoy quedará manchado, pero mañana con un fregado quedará limpio. Que él sabe, por su mujer, que pese a que me lo advierte, hoy me afanaré con la fregona. Lo miro desde millones de años luz. Lo miro desde el hueco de mis pupilas y no entiendo su idioma, pero caigo en lo que él ve en mí. Veo este cuerpo, esta edad, este tono de voz.
Sé que no soy la única, pero todos nos escondemos de los demás y fingimos saber de qué va esto de ser adultos. Como si la sabiduría viniera de cumplir años. Como si no fuese necesario pararse a escuchar al loco que llevamos dentro, parido y criado en secreto. Como si la razón llevara razón, y las normas fueran lo normal. Como si desperdiciar la vida llevara inherente tener una segunda oportunidad.
jueves, 14 de febrero de 2013
Apocalipsis
Publicado por
nietzsche
a las
23:56
Los llaman NEO. Son objetos próximos a la Tierra. Y entre ellos están los famosos asteroides Apolo, que tienen la graciosa característica de cruzar nuestra órbita planetaria cada cierto tiempo. Algo parecido a un cruce sin semáforos por el que los coches ni miran, ni frenan. Argumentan para no echar el freno que estadísticamente las probabilidades de colisión son muy bajas. Claro que... toda probabilidad tiende a uno con límites infinitos.
Es increíble comprobar, cuando uno se sumerge en la ciencia astronómica, lo tranquilos que vivimos aquí en nuestro planeta volador con la cantidad de piedrecitas que se cruzan constantemente por todos los caminos trazados. En 2008, un objeto de unos 3 metros de diámetro fue descubierto en el cielo a una distancia aproximada de la que nos separa de la Luna. Unas 20 horas más tarde de su avistamiento explotaba en la atmósfera terrestre. Varios pedazos cayeron en Sudán, en el desierto. Claro, eran sólo 3 metros. En 1994, fragmentos de un kilómetro del cometa Shomaker colisionaron contra Júpiter provocando grietas en su atmósfera de un tamaño que duplicaba el diámetro terrestre. Esto asusta más.
Mañana, el asteroide 2012DA14, de 50 metros de diámetro, pasará a una distancia realmente cercana. Más cerca aún de lo que hemos enviado nuestros propios satélites de telefonía y televisión (quizá, con suerte, se cargue alguno). La NASA, que según parece es una eminencia en esto, cuenta que no hay motivos de preocupación. Supongo que estarán en lo cierto. Aunque a mí me sigue llamando la atención eso que aprendí hace poco, que las leyes de Newton, Kepler y compañía sólo son ciertas en condiciones ideales. Y que, en realidad, las órbitas de algunos planetas, aún no se tienen claramente ajustada. Sin ir más lejos, para calcular con exactitud (kilómetros arriba o abajo) la órbita de la Luna, hay que tener en cuenta varios cientos de variables. Por tanto, el que un asteroide de miles de toneladas se acerque por aquí compartiendo órbita y la gravedad no haga el resto... es cuestión de tiempo.
Y en esta línea, me sorprendí a mí mismo deseando verlo. ¿Se puede querer que un pedrusco de gran tamaño sea el motivo de mi muerte (y de todos, por extensión)? Sí, no queremos morir, eso está claro (asumamos la premisa aunque sea discutible). Pero si el mundo tiene que acabar algún día, si un asteroide de un par de kilómetros tiene que barrer la porquería con la que llenamos nuestros vertederos, por qué no premiar nuestra vida vulgar con un acontecimiento de tal magnitud. Si hay que morir, por qué hacerlo de un simple infarto si podemos optar al apocalipsis, al pack completo. Realmente, con este tipo de muerte, mi vida tendría algo más de sentido. No habré visto el comienzo de este invento de la autoconciencia, pero sí al menos su fin. Sabría como acaba la cosa. Conocería a Dios... o a Satán. La incineración le saldría gratis a mis seres queridos. Siempre he creído que en la vida hay que vivir. Hay que sentir las cosas buenas y las malas. Por ejemplo, nadie vive realmente si no se enamora por una vez, y si no le rompen el corazón en otra. ¡Qué mejor experiencia que ver el fin del mundo! O de nuestra especie, al menos.
Ya... oigo las voces de los humanistas. Pero seamos sinceros, si no lo hace un asteroide, lo acabaremos haciendo nosotros. La especie humana, vista como conjunto orgánico que funciona como un todo, posee una inclinación hacia el suicidio colectivo inevitable.
Miraré al cielo mañana. Quizá sea un gran día.
Es increíble comprobar, cuando uno se sumerge en la ciencia astronómica, lo tranquilos que vivimos aquí en nuestro planeta volador con la cantidad de piedrecitas que se cruzan constantemente por todos los caminos trazados. En 2008, un objeto de unos 3 metros de diámetro fue descubierto en el cielo a una distancia aproximada de la que nos separa de la Luna. Unas 20 horas más tarde de su avistamiento explotaba en la atmósfera terrestre. Varios pedazos cayeron en Sudán, en el desierto. Claro, eran sólo 3 metros. En 1994, fragmentos de un kilómetro del cometa Shomaker colisionaron contra Júpiter provocando grietas en su atmósfera de un tamaño que duplicaba el diámetro terrestre. Esto asusta más.
Mañana, el asteroide 2012DA14, de 50 metros de diámetro, pasará a una distancia realmente cercana. Más cerca aún de lo que hemos enviado nuestros propios satélites de telefonía y televisión (quizá, con suerte, se cargue alguno). La NASA, que según parece es una eminencia en esto, cuenta que no hay motivos de preocupación. Supongo que estarán en lo cierto. Aunque a mí me sigue llamando la atención eso que aprendí hace poco, que las leyes de Newton, Kepler y compañía sólo son ciertas en condiciones ideales. Y que, en realidad, las órbitas de algunos planetas, aún no se tienen claramente ajustada. Sin ir más lejos, para calcular con exactitud (kilómetros arriba o abajo) la órbita de la Luna, hay que tener en cuenta varios cientos de variables. Por tanto, el que un asteroide de miles de toneladas se acerque por aquí compartiendo órbita y la gravedad no haga el resto... es cuestión de tiempo.
Y en esta línea, me sorprendí a mí mismo deseando verlo. ¿Se puede querer que un pedrusco de gran tamaño sea el motivo de mi muerte (y de todos, por extensión)? Sí, no queremos morir, eso está claro (asumamos la premisa aunque sea discutible). Pero si el mundo tiene que acabar algún día, si un asteroide de un par de kilómetros tiene que barrer la porquería con la que llenamos nuestros vertederos, por qué no premiar nuestra vida vulgar con un acontecimiento de tal magnitud. Si hay que morir, por qué hacerlo de un simple infarto si podemos optar al apocalipsis, al pack completo. Realmente, con este tipo de muerte, mi vida tendría algo más de sentido. No habré visto el comienzo de este invento de la autoconciencia, pero sí al menos su fin. Sabría como acaba la cosa. Conocería a Dios... o a Satán. La incineración le saldría gratis a mis seres queridos. Siempre he creído que en la vida hay que vivir. Hay que sentir las cosas buenas y las malas. Por ejemplo, nadie vive realmente si no se enamora por una vez, y si no le rompen el corazón en otra. ¡Qué mejor experiencia que ver el fin del mundo! O de nuestra especie, al menos.
Ya... oigo las voces de los humanistas. Pero seamos sinceros, si no lo hace un asteroide, lo acabaremos haciendo nosotros. La especie humana, vista como conjunto orgánico que funciona como un todo, posee una inclinación hacia el suicidio colectivo inevitable.
Miraré al cielo mañana. Quizá sea un gran día.
Cometa Halley
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