martes, 30 de noviembre de 2010

Chao...!


Es mi última noche en Buenos Aires.

Me duele irme. Mucho.


No se me ocurre nada ingenioso que escribir. Pero me apetecía tanto...

jueves, 25 de noviembre de 2010

Aquellos maravillosos pecados



Ay mi más mimo mío
mi bisvidita te ando
sí toda
así
te tato y topo tumbo y te arpo
y libo y libo tu halo
ah la piel cal de luna de tu trascielo mío que me levitabisma
mi tan todita lumbre
cátame tu evapulpo
sé sed sé sed
sé liana
anuda más
más nudo de musgo de entremuslos de seda que me ceden
tu muy corola mía
oh su rocío
qué limbo
ízala tú mi tumba
así
ya en ti mi tea
toda mi llama tuya
destiérrame
aletea

lava ya emana el alma
te hisopo
toda mía
ay
entremuero
vida
me cremas
te edenizo




"Topatumba", Oliverio Girondo

"El pecado", Franz von Stuck

domingo, 21 de noviembre de 2010

Empresaria y de mantilla

Confieso,

que me encanta saber de las antiguas amantes,
que las admiro,
que me excita imaginarme a mi hombre deseándolas.

Hubo un tiempo en que podía vivir en el presente, sin expectativas. Cuando no me creo la suerte que tengo me da por adherirme [férrea] a la filosofía del carpe diem, convencida de que se va a acabar la racha, que mejor disfrutar el aquí y el ahora. Sin embargo,

esos propósitos se me desgastan,

mi ahora se me va de las manos, me proyecto en el abismo incierto de lo que sucederá, estiro los globos oculares para intentar atisbar más allá de sus intenciones

construyo altares
visto de mantilla
piadosa
rezo
para que exista
el futuro

Plumero en mano, delantal: desempolvar emociones: el miedo a perder lo que se ha obtenido por suerte, por gracia divina, por casualidad: quién dice miedo: pánico.

Echo mano a todas las enseñanzas infantiles: frotar lámparas, buscar estrellas fugaces, un padrenuestro, soplar una pestaña, morder el palito de las bolsas de pipas

Soy una fábrica [de deseos]. Exportadora de castillos en el aire, empaqueto ensoñaciones, productora a todo trapo de metáforas vivenciales, de sueños impacientes por ser cumplidos... Importando realidades, palabras, gestos, silencios. Preciso de poca materia prima para construir etéreas ilusiones.
¿Pueden ver mis chimeneas humeantes?

Maldigo mi ateísmo, no tener a quien suplicar que quiero que me ame, que se vuelva un lunático aullando y arañando los tendones que arquean mi columna vertebral.

Acostumbro a no cambiar las sábanas después de la contienda fluídica. Cada noche de ausencia busco rastros de su presencia y me duermo con el cuerpo arrebujado y el hociquito pegado a cualquier olor que me recuerde a él.

Confieso,

que envidio a esas mujeres que fueron un día la "ella"
que algo de dolor despunta en medio del placer de escuchar los relatos
que hay un regusto envidioso, una comparación, un montón de interrogantes
que las respeto, mis hermanas de saliva y semen


Jodidos celos morbosos.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Diez días


Me he levantado de la siesta. Tirada encima de la cama, pies descalzos, camiseta de tirantes.

Se me acaban los días aquí. Dilapidados.

Como me da el sol por la calle, estoy más rosita de lo que yo acostumbraría a estas alturas del año (sobre todo en las mejillas éstas de Heidi que tengo, que se me brotan con el calorcito).

Y soy más Folie que nunca en mi vida, expandida en el espacio por bastantes kilos de más apoltronados en mis pechos, muslos y en el culete. Me gusta esa mujer redondeada que nunca había sido. Pero intuyo que la factura del sedentarismo será ahogarme montada en la bici cada mañana cuando vaya a mi trabajo.

Escucho bastante la pregunta: ¿tienes ganas de volver?
Y siempre respondo: no.

Voy a echar de menos el despunte del verano. El acento cantarín, la ll estirada. Las expresiones "esto es un quilombo" "no le dés bolilla" "mirá vos" "relindo" y por supuesto "frutilla y durazno". Echaré de menos a las miles de mujeres de pelo largo, liso y perfecto. Los trajes de chaqueta de los hombres que aún se les nota la ascendencia italiana. Echaré de menos los licuados de fruta (pienso comprarme una licuadora...), las picadas, las pizzetas. Los autobuses que hay que coger o soltar casi en marcha, haciendo arriesgada la empresa sencilla de utilizar ese transporte público (después de tres meses y sigo diciendo "coger", pese al muy distinto significado que tiene aquí...). Extrañaré los ascensores con doble reja en vez de las puertas automáticas. El trazado cuadrado de la ciudad. Las clases de tango en el salón armenio (me he reído tanto...). Los teatros minúsculos que aparecen por sorpresa para solucionarte la noche. Los vendedores ambulantes de calcetines, tupper-ware, plumeros, calculadoras, braguitas... El olor a ropa lavada, croasanes y flores que tienen las calles. La conversación de los taxistas sobre la situación en Europa, sobre el pescado nacional, sobre el partido River-Boca. Echaré mucho de menos todos los trozos de chocolate negro de los submarinos. Y a las librerías (sobre todo una que también es cafetería, donde Fede me prepara los mejores desayunos del mundo). Los pájaros cantando en Palermo, donde vivo. Los paseadores de perro con más de doce correas y animales rodeándolos. Todos los humanos que toman mate, con la mirada perdida, que te ofrecen beber de su bombilla. Las cafeterías mágicas, cuidadas hasta el detalle. El Ché, Mafalda, Gardel. Echaré de menos el cada día, esa esencia que no sé cómo nombrarla, llena de sorpresas lindas.

Diez últimos días.
Los dedos de mis manos.
Me late fuerte el corazón.

[imagen típica de acá: el barrio es Boca, arte callejero, ese toque de suciedad, un cachillo de caos...]

Cambiar el mundo

Hoy he escuchado hablar de la potencialidad de la red para cambiar las cosas. Al parecer, el que facebook tenga 500 millones de miembros es algo que podemos usar para iniciar la revolución. También es cierto que puede ser usado por las multinacionales que mueven los hilos para moverlos mucho mejor, por aquello de que el usuario conocido es una presa más fácil.

No sé. Me gustaría crear un blog para decir que no me gusta el mundo tal como está. Que lo quiero cambiar. Que lo quiero arreglar. Sólo exigiendo la preocupación ética de cada uno de los personajillos que habitamos este punto del espacio, sólo eso. Y me gustaría que al publicarlo comenzara a recibir millones de visitas, porque "cambiar el mundo" serían las keywords más buscadas en google. Y me pierdo en ensoñaciones en las que todos nos unieramos con ese simple propósito. Sin embargo, no creo que baste con haber inventado iphones, twitters o youtubes. Los personajillos siguen mirándose al ombligo. Se revelan sólo ante aquello que les roba el opio. 

En época de Cristobal Colón, Haití comenzó a ser explotada como colonia española. Años después, en manos francesas, el 95% de su población eran esclavos. Más tarde, con Estados Unidos en la sombra, continuó con dictaduras y represiones. Últimamente, entre golpes militares y gobiernos corruptos y vitalicios, algunos de los dioses bondadosos que inventamos recompensó a la isla con un terremoto de grado 7. Hoy, los haitianos mueren por el cólera, una enfermedad cuyo tratamiento es suero y antibióticos, esos que los españoles se mal-automedican cuando empiezan a estornudar por estas fechas.

Gracias al nuevo mundo interconectado en cualquier lugar, si pocos conocían de la historia de Haití, todos saben su situación actual. Y quizás por esto son algo más "afortunados", pues bien es cierto que menos se habla de las violaciones masivas de mujeres en el Congo, por ejemplo. O menos aún de aquello que ni google conoce. No obstante, seguimos parados. Quizá acabaremos acostumbrándonos a que la red nos hable de masacres igual que el cirujano abre en canal un cuerpo como el que aprieta simples tornillos.

martes, 16 de noviembre de 2010

Lost in traslation

A veces pasa que en Tokio, o en la cafetería de la esquina, o en los pasillos de una facultad, tropiezas con alguien cuya mirada es diferente al resto. Algo en ti dice que esos ojos van a saber leerte. A veces pasa que con esos ojos acabas compartiendo algo de tu vida, que te acaban leyendo y escribiendo, hasta que un día se van, ya no están. A veces pasa que, ya en casa, antes de dormir, se echan de menos esos ojos para contar algunas lágrimas, ya no están al otro lado de la almohada.

En Lost in Traslation, dos personas en un hotel de la capital nipona tropiezan para comprenderse mutuamente. Para lamerse sus tristezas. Para hacer de recíproca rama en la riada de la vida. No se besan, se desean, quizás se amen sin saberlo. Y se despiden. No sé si volverían a verse después, o se echarían de menos en ratos de melancolía y soledad. Siempre quedará para la historia del cine esas palabras susurradas al oido. Para la historia de los que creen que compartirán el camino de vivir, para la historia de los que creen que son versos de despedida.

Dicen que Sofia Coppola se inspiró en la relación con su pareja de cuatro años. La que se rompió el mismo en el que fue estrenada la película, por diferencias irreconciliables.

Mis senti-pensamientos me han llevado, a estas horas, a querer saber qué le dijo al oído. A estas horas, necesito ojos que me lean. Mas pronto me quedaré dormido.


domingo, 14 de noviembre de 2010

Qué es real

¿Qué es real? ¿El dolor de un cálculo atravesado en el uréter? ¿El placer de un orgasmo inducido con legua ajena? ¿La presión en el pecho cuando alguien te parte el corazón? ¿El llanto de niños que tienen hambre y nada que comer? ¿La sonrisa de los ancianos que saben que han vivido? ¿El proyecto que tienes que entregar la semana que viene? ¿La mirada de aquella persona en el metro? ¿La belleza de tantos lugares a los que ir? ¿La muerte de tu madre tras agonizar en el hospital? ¿Aquella tarta de chocolate en la cafetería de la esquina? ¿Las niñas vendidas como prostitutas para uso de los países ricos? ¿El amor por aquellos que saben escucharte? ¿Tu imagen en el espejo del baño? ¿El abrazo que aún no te han dado? ¿El sueño de anoche que ya no recuerdas? ¿El sudor resbaladizo de dos cuerpos jadeantes? ¿El infinito de un cielo estrellado? ¿El dios que nos inventamos y que no encontramos? ¿La sangre incesantemente brotando de cuerpos que no quieren morir? ¿Los atascos de cualquier ciudad del mundo? ¿El olor y el tacto de su piel? ¿Las contracciones previas al primer llanto de una persona más? ¿El primer beso del primer amor? ¿La soledad de las noches vacías? ¿Los gritos de una mujer mientras la violan unos soldados? ¿Los ceros de tu cuenta corriente? ¿El terremoto que pudiera asolar tu ciudad? ¿La epidemia que nos erradicará? ¿El valor con el que defenderías tus ideas? ¿Aquello en lo que crees? ¿Aquellos a los que amas? ¿Las palabras? ¿La muerte?

lunes, 8 de noviembre de 2010

Frío

Hoy ha llegado el frío. Bajo una manta, enmarañados en un sofá, quienes se amen disfrutarán de él. Os envidio. Los demás hacemos rodar desde el cuarto oscuro el radiador. Su aceite va sonando, va despertando.

He recordado Cazalla, su antigua Cartuja. He recordado a esa mujer, antipática. Y me la he imaginado alimentando con leña su chimenea, en su casa adosada a su otra gran casa, su monasterio, abrazándose a sí misma delante de las llamas, igual que yo hago frente a mi lumbre eléctrica.

Hace 33 años compra un terreno en un entorno maravilloso que contiene los restos de lo que hoy día es ya Monumento Nacional, reconstruyó la antigua Cartuja. Cómo lo hizo es fácil de intuir. Se nota en la pasión que desprende cuando te habla de los ladrillos utilizados por los antiguos para levantar una cúpula. Por la fuerza usada para comentar los cuadros contemporáneos con los que ha decorado las viejas tapias de capillas y galerías. Yo construyo casas, me gritó cuando le pregunté si era arquitecta. Ya lo creo que las construye. Y restaura monasterios. Y crea un centro de arte moderno. E invita a disfrutar a quien quiera de un fin de semana en su hotel, contemplando estrellas, desayunando con montañas, bebiendo manantiales, paseando entre alcornoques, olivos, castaños y pinos.

No sé más de ella. Vive allí en la sierra desde hace mucho. Creo que sola. Con un perro al que curó una brecha en la cabeza y decidió llamar... brecha. A sus... 60 años tal vez, se le puede notar un andar cansado. Pero debe de ser de esas personas que no se cansan. En su libro rememora cuando se decidió a comprar la propiedad: ...me encontraba con el peso de la historia entre mis manos y la llave para encontrar la felicidad...

No sé si la halló. Cuando en la noche me acerqué a felicitarle por lo que había hecho con todo aquello, se le escapó una única sonrisa fugaz. Inmediatamente después de darme las gracias, ya seria, me dijo que la vida era dura. Yo, que nací para escuchar, ya no me atreví a preguntarle más.

dermatología

dos pieles desconocidas

tocándose a mil kilómetros de distancia.

Luego yo amasé la epidermis con rodillo, estirándola hasta que cubrieran los diez mil kilómetros que existen hasta el hemisferio sur.
Cosí los corpúsculos táctiles con esmero, remendé terminaciones nerviosas, inserté folículos pilosos.

Cuando el humano se fue a las antípodas, la piel se volvió amarillenta, ocre, mestiza, india, asiática, rojiza, mulata, chocolate, negra... todas las gamas se sostenían entre los miles de kilómetros de piel, muestrario difuso de todas las razas que se interponían, millones de centímetros cuadrados de piel de humanos entre nosotros.

ahora

tengo su mano en mi nuca.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Más detalles


Me angustia pensar que se me acaba el tiempo acá.
Sssssssh.... de eso no se habla....

Sigo encontrándome personas fugaces que me preguntan y me cuentan retazos de vidas.

[agradezco la verborrea de los argentinos, su magnífica fluidez, esa capacidad de recrear metáforas y pasajes históricos como si de un cuento se tratara]

Últimamente muchos se sorprenden de que sea española, me dicen que tengo un acento distinto.

Compré por internet una lista de libros que deseaba tener y fui de una punta a otra de esta ciudad recogiendo mis pedidos en distintas librerías, sin poder dejar de husmear en ellas, recrearme... Es una manera mágica de hacer turismo.
[hice la foto a una, una cualquiera...]

Esta tarde [de primavera] en una tiendecita una ancianísima me habló de sus raíces libanesas, me enseñó los dibujos que hacía sobre papel de flores, me recitó poemas de memoria con una dulzura que sólo los años pueden dar a una voz. Se llama Elmasa, tiene su rincón artístico en la Manzana de las Luces. Le compré uno de sus trabajos [una mujer desnuda y delicada, un soneto de Borges], le dije al despedirme que me llevaba a España un cachito de ella. Me sonrió.

Ya no seré feliz. Tal vez no me importa
¡Hay tantas otras cosas en el mundo!
Un instante culaquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas una
oscura maravilla nos acecha:
ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste, debe ser borrada.
Lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo me queda el goce de estar triste
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Después me compré un helado con dos bolas, elegí dos chocolates distintos. Aquí ponen unos helados generosísimos, descomunales. Lo tomé sentada, mirando la mescolanza arquitectónica de las calles, tantos estilos intercalados unos con otros, como los propios habitantes sin facciones específicas de esta parte del mundo. Rica mezcla, caos estético que se burla de la homogénea rutina del alabado París, por poner un ejemplo.

Algo se me desgarra dentro cuando pienso que me queda muy poco para alejarme de aquí.

Supongo que no es casualidad que eligiera precisamente esos versos del amigo Jorge Luis.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Personalidad

Hoy todos estamos catalogados. Quizás haya más variedad entre nosotros, pero a la vez somos más iguales a nuestros semejantes. Se convierte en una urgencia buscar manada a la que aferrarse en los inicios de la adolescencia, grupo que te diga cómo vestir, cómo hablar, qué pensar. Tranquilos, si alguien no cogió ese tren, tendrá su propio club. Siempre quedarán los alternativos, cada vez más comunes entre ellos.

Sí, sé lo que van a decir los científicos. Algún historiador me repasará los conflictos, la civilización, el intercambio cultural, el comercio... El análisis del sociólogo será espectacular. Evidente para los psiquiatras será un comportamiento así, está determinado. Y si aún queda algo de rabia para responder, el biólogo se encargará de recordar que la genética es el fondo de todo.

Veo copias a mi alrededor, escondidos tras una masa que decide y vive por ellos. Pero aún no creo en el determinismo. Creo en el ser humano y en su capacidad para llegar a ser. La pregunta no es cómo puedo ser, sino cómo quiero ser. ¿Qué harías en una experiencia como la del siguiente video? ¿Soy yo... o soy los demás?


lunes, 1 de noviembre de 2010

Alacrán

Estoy en Puerto Madryn, un pueblecito de la costa atlántica argentina, al que llegué sola después de veinte horas de autobús atravesando la Pampa y llegando a la Patagonia.

He venido a escapar un poco de la comodidad que ya me supone Buenos Aires. En Península Valdés se viene a ver animales. Y los he visto, por supuesto, y los veré mañana antes de coger de nuevo el autobús de vuelta.

Pero esta tarde, caminando por una estructura portuaria que no sé definir, un anciano me ha preguntado si hablo español, me ha señalado una de las tantas ballenas que se ven desde la costa bailar ignorando las toneladas que pesan.

Se llama Alacrán, es un marinero, el capitán de un barco pequeño que se llama "Renegada" porque va donde quiere y no donde él le dice. Y me ha contado mil curiosidades acerca de las ballenas; los del Discovery Channel, con quien ha rodado muchas veces le llamaban "el encantador de ballenas" pero a él no le gusta, dice que sólo hay que saber verlas, con paciencia, y con el tiempo las acaba conociendo. Tenía sus preferidas, una se llamaba "Arruga" y cuando él vio que una orca se disponía a atacarla hizo rugir los motores de su barco para protegerla. Lucha por lo que ama, y ama el mar, la naturaleza. No le gustan los seres humanos, cree que somos los últimos invitados a la fiesta de la vida, y llegamos borrachos, y la jodimos, jodimos el ambiente festivo. Me mira con ojos de condescendencia cuando le digo que yo aún lucho por el humano, que a eso me dedico. Es instructor de buceo. Me recuerda que el mar nos deja bien claro lo que somos, nos quita de un golpe la soberbia, nos impone la humildad.

Y hemos estado hablando durante horas. Ha atardecido y me ha dicho que no se pierde ni un atardecer, así que he sentido como un regalo que un hombre tan brillante, tan vivo (como me gustan a mí los humanos), quisiera compartirlo conmigo.

Me ha dicho tantas cosas bonitas de la vida.

Se ha despedido con un abrazo.

Y he estado a punto de pedirle que mañana me llevara a navegar con él, o a estar en su cubierta charlando de todo lo que ha vivido. Pero, en medio de mi fiebre, de mi agradecimiento a la vida por permitirme viajar sola y que se me den ese tipo de encuentros, he pensado en Nietzsche, a quien prometí que me cuidaría, y que sé que no le hubiera gustado la aventura que mis impulsos me llamaban a hacer.

Así que he llegado al albergue y he contratado el tour organizado para mañana, con su guía, su cochecito y sus turistas con súper cámara de fotos.

Me cago en la puta, Nietzsche, ¿algún día lograré soltarme de ese hilo que tu cordura me tiene atado?