sábado, 24 de septiembre de 2011

Destellos

A veces un destello frente a ti deslumbra tus ojos. Ciego crees estar en otro lugar. Caminas iluminado y rodeado de oscuridad. Y al tiempo, igual lo inexplicable se vuelve cotidiano. Mas algún día la luz se va o la abandonas flotando a su suerte en la nada. Al poco la olvidas, o la recuerdas a tu manera, o no hay forma de sacarla de tus retinas.

Pasado el tiempo, tarde o temprano, verás de nuevo la misma luz. La misma, pero a lo lejos, dilatando otras pupilas y siendo admirada por otros ojos. Muecas extrañas se dibujan en tu cara. La contracción de músculos intentando expresar un sentimiento desconocido, que no es tristeza ni es alegría.

Como no sabes lo que es, agachas la mirada y caminas observando al suelo, oscuro y cabizbajo.


lunes, 19 de septiembre de 2011

Ser Trabajar

Quienes me conocen ya saben que soy un renegado de mi profesión. Cada día más. Y podría pensar que es una de esas cosas que me ha tocado vivir por mis extrañezas. No obstante, a mi alrededor, cada vez encuentro más renegados. Una generación completa intentando huir de nóminas, horarios, jefes y rutinas.

Según la antropología, la relación del ser humano con la naturaleza, el proveerse alimento, cobijo y energía fue el primer ámbito de actuación cultural y uno de los más importantes. Con la evolución, llegó la división del trabajo por la complejidad social y la cultura técnica, y con ella, la elección de una profesión se convirtió en la decisión más importante de nuestra vida, un curso de acción diseñado que afecta a la totalidad de nuestro modo de vivir: lo que uno va a hacer, a la gente que va a conocer, lo que vas a ser. Porque uno no trabaja con la informática, con la arquitectura o con la medicina. Uno ES informático, ES arquitecto o ES médico. Tanto es así, que la elección de una profesión implica, o debiera implicar, unos ideales o valores compartidos entre el individuo y lo que la carrera profesional conlleva. Aunque estos ideales muchas veces están manchados por lo que la sociedad establece como ideales de profesión.

Claro... que todo esto no pasa por tu cabeza cuando a los 18 años (en el mejor de los casos) tienes que tachar la casilla de una prescripción universitaria. Unas asignaturas u otras tampoco van a suponer un ambiente distinto en la oficina ¿no? ¿o sí? Cuántos conozco que cuánto pagarían por tener otra vez delante el maldito formulario.

Uno intenta tomar una perspectiva más optimista. Al fin y al cabo sólo es una forma de ganarse la vida. Mi ideal está en otro sitio, no en una profesión. Vivir para trabajar o trabajar para vivir.

Pero la realidad es que pertenecemos (o yo quiero pertenecer) a otra generación. El paradigma productivista para organizar una sociedad en la que el ciudadano se identifica por su contribución laboral a la comunidad y su realización personal a través del trabajo toca a su fin. Soy de los que cree que el ser humano ya ha inventado demasiadas cosas como para tener que seguir perdiendo un tercio de su vida ganándose el sustento.

Y sí, sé que en el Congo nadie tiene estas preocupaciones. Ni tampoco en el seno de muchas familias en paro empujadas a vivir en la calle. Pero a todos afecta. Porque todos formamos parte de ese ser humano que no debiera necesitar tanto para vivir tan poco.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Libro I

Uno de los libros clave que creo habríamos de leer antes de morir es El mito de la belleza, de Naomi Wolf. Quizás esté en algunos aspectos obsoleto o sea demasiado "yankicéntrico", pero me parece acertadísimo en su manera de analizar la realidad de esta mitad de la humanidad que somos las mujeres.

Se podía decir que es un libro feminista. Hasta hace unos años esa palabra no me daba miedo, pero decenas de conversaciones posteriores me han hecho creer que no se puede decir sin explicar después lo que se entiende por tal (en fin, las palabras en uso ya están acostumbradas a ser mancilladas o encumbradas). Feminista o no, es de esos textos que te ayudan a poner en palabras un algo abstracto que ya habías forjado en tu cabeza. Y que luego, en el día a día, te ayudan a ver con más lucidez las acciones propias y las ajenas.

La cantidad de horas, dinero y energía que gastan las mujeres para mantenerse bellas (y jóvenes, y tersas, y suaves, y morenas, y delgadas, y sexy, y...) La violencia erotizada, el fetiche cultural de la mujer violentada sexualmente. La mujer sometida a cortes, costuras, silicona, reducciones, abrasiones, estiramientos. La herramienta de control (sutil pero efectiva) disfrazada de pautas culturales para obtener reconocimiento, poder, éxito.

Cómo me encantaría formar parte de una tertulia de mujeres con las que reflexionar, avanzar, crecer, impulsarme. Una tertulia de libros y café, de caras reales y mentes despiertas.