martes, 31 de agosto de 2010

Otra vez agosto

Cartas desde mi celda, desde esta prisión física y mental que es mi mes de agosto aquí:
Sevilla me arrincona con sus 40ºC a sitios sombríos mientras haya luz de día;
y si es de noche, mi trabajo me obliga con presiones y chantajes emocionales a quedarme en casa y hacer cosas "útiles".

Nadine murió en la UCI, y Pablo se muere en su habitación.
Y yo, que apenas los conozco, sufro por ellos, por sus familias, por mí:
No quiero tener un hijo para que muera así
Todas las canciones que escucho se vuelven tristes,
todas las películas me hacen llorar,
¿en qué mundo de desdichados vivimos?

Este piso de paredes blancas es oscuro, y siento deseos de hacer mil cosas
pero tengo una lista de tareas que reclama mi atención y mi devoción.
Los pinceles, los lapices, los folios en blanco, los libros de poemas,
me esperan amablemente en el fondo del cajón.

Yo no quiero seguir aquí,
quiero que un principe azul venga a rescatarme de este castillo encantado de cartón.
O mejor aún, quiero prender fuego al castillo,
olvidarme de historias y príncipes multicolores
y salir a un campo verde donde no haga tanto calor
y no se respire este dolor

domingo, 15 de agosto de 2010

Tu sabor

...cuántas veces nos quitas la pena, como tantas es amargo tu sabor...
Sí, quizás yo sea un alma errante de Bogart...

En noches de alcohol y música bajo las estrellas, en las terrazas y chiringos montados a lo largo de ferias pueblerinas o lujosos locales urbanos, uno se puede perder con la mirada... Observar, como gato sentado en el tejado, aquellos detalles ocultos en la masa de movimientos al son de cualquier música que dicen bailar, entre gritos y frases ya muy dichas, entre mujeres dedicadas al gustar y hombres al beber, entre gente cansada de estar por estar.
Observar las parejas que discuten. Y las que se besan.
Me gustan las miradas perdidas de mujeres que piensan que deben cambiar de vida, aburridas del novio que ríe a su lado. Las de hombres buscando en el fondo del vaso arrecifes de coral.
Me llaman los vestidos serigrafiados con curvas peligrosas.
Deseo dormir contigo, besarte los tobillos, recorrer con mi lengua tus gemelos y morder tus muslos.
Me satisface ver quien sonríe sinceramente, quien en ese momento, esa noche, es feliz.
Envidio a esos que cogidos de la mano toman camino de casa, que no vuelven solos, que combaten el frío sin necesidad de abrigo.
Celebro el instante en el que suena esa canción que te trae recuerdos de otro tiempo, de otros años.
Siento el placer de caminar sin compañía entre esa multitud, o fuera de ella, pensando en esto, deseando aquello...

jueves, 12 de agosto de 2010

El alma errante de Bogart

Repasando las últimas películas de animación, algunas tan profundamente críticas con la sociedad en la que nos movemos como Wall-e y su dulce caída de ojos prismáticos que me conmueve, se sigue repitiendo el tópico de final en el que la feliz pareja cierra el último plano con las manos entrelazadas. Cenicienta, Blancanieves... Antz, Bichos, Wall-e...

Todo esto viene a cuento de que a veces sorprende la interna sensación de ser alma en pena, vagabunda, alma errante buscando su otro yo, su mitad. Quizá a algunos les pueda quedar esto un tanto alejado, más de románticos, cursis, o viejas novelas. Sin embargo, la brutal actualidad se deja pensar cuando analizamos fenómenos como el de las redes sociales. Millones de personas buscando amigos o pareja. O si entramos en una discoteca donde en alcohol ahogamos la desesperanza de no encontrar lo que la noche prometía. O si escuchamos los últimos éxitos musicales hablando de corazones rotos. O si nos miramos adentro, unos más adentro que otros, y encontramos qué es para nosotros lo mejor de la vida.

Sólo es simple curiosidad. No sé hasta qué punto los dibujos animados de nuestra infancia llenos de seres felices y saludable; las teleseries norteamericanas y españolas donde siempre había un grupo de amigos inquebrantable y sin problemas de dinero; las películas juveniles de héroes que nunca mueren y parejas que terminaban besándose... hasta qué punto nos han trazado nuestra percepción de la vida con una idea tan equivocada que arrastramos por siempre una desesperanza, una falta de algo que no tenemos, una promesa incumplida. Continúo citando a Tyler Durden... "Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados."

¿Entenderíamos el amor de igual forma si hubiéremos sido educados desde pequeños con el ejemplo del corazón roto de Humphrey Bogart en el Rick's Cafe? Quizás sin la educación previa del amor eterno y las medias naranjas jamás hubiéramos llegado a entender el dolor de Bogart.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Iteración

(...a propósito de los comentarios al post anterior Rutinas...)

Probablemente para avanzar en sociedad, desempeñar tareas, evolucionar, construir, ahorrar tiempo... la rutina sea un gran invento. Ya lo demostraron quienes probaron a trabajar utilizando el procesamiento por lotes, o Ford cuando multiplicó su producción con la cadena de montaje, o Ada al ejecutar en una máquina un conjunto de instrucciones programables. Lo demuestra nuestro cuerpo y su reloj interno, auténtica máquina secuencial de ciclo invariable y necesidades rutinarias. Lo demuestra la historia, que no deja de ser la copia de otra copia, aunque nadie se fije en ella para viajar al futuro. Y lo demuestra la naturaleza, espiral que pasea entre estaciones.

Sí, todas las sociedades que consiguieron avanzar organizaron a sus miembros dentro de un programa. No somos más que los tornillos de la gran maquinaria. Y la rutina es el engrase de sus poleas. Pero no me es razón suficiente como para que cada uno de nosotros no salga fuera a buscar la libertad de los días distinguibles. Y más para esta generación que, lejos de siglos pasados, somos los primeros campesinos y proletarios con el suficiente tiempo libre para preguntarnos qué estamos haciendo. Una generación que, como dijo Tyler Durden en boca de Brad Pitt, no hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión, nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida.

Quizá sigamos al calor de la rutina por el frío que sentimos cuando nos asomamos ahí fuera en busca de otra cosa. Quizá nos sentimos demasiado ligeros sin grilletes. Malacostumbrados a caminar el viento nos asusta cuando intentamos volar. Demasiada soledad ahí fuera, demasiada inquietud. Demasiada certeza de que todo esto no tiene sentido. Quizá por eso prefiramos el hogar del programa, donde el equivocarse es mucho más dificil, pues sólo estás eligiendo lo que otros ya han sesgado.

Pero aún me queda una duda... ¿es el individuo quien elige la rutina como medio de una mejor sociedad... o es esta sociedad quien le impone la rutina como forma de vida para lograr un ciudadano mejor?

martes, 3 de agosto de 2010

Rutinas

En términos informáticos, una rutina es una especie de algoritmo compuesto por un conjunto de instrucciones codificadas en algún determinado lenguaje de programación y organizadas de tal modo que su ejecución permita la realización de una tarea repetitiva de forma automática. Normalmente esta tarea es un tedio para el humano de nuestro siglo, de ahí el éxito de los ordenadores en el mundo moderno.

Para quien se encuentre un tanto alejado de la sangre binaria, la definición se puede ilustrar con un ejemplo menos abstracto. Imaginad la tarea de construir un muro kilométrico (algún gobierno hizo de esta ficción una cruel realidad). Una rutina serían las instrucciones necesarias para poner un ladrillo encima y al lado de los anteriores. Un bucle consiste en la repetición de esa rutina tantas veces como sea necesario. El muro estaría en pie sin esfuerzo.

Cuando nos miramos al espejo y nos aparece algún rasgo de microprocesador, de ejecutor de rutinas, sentimos que estamos tirando la vida. Sentimos no ser humanos, sino despreciables máquinas que no viven, sólo repiten. Rutina de instrucciones para levantarse a una hora, trasladarse a una oficina, comer un menú, volver tarde a casa, ver la serie del martes, acostarse. Rutinas en un bucle de 52 semanas para un programa que es tu vida y está codificado en un lenguaje que desconoces. Sólo eres una entidad corriendo dentro un workflow desde tu estado inicial pasando al de niño, adolescente, estudiante, novio, casado, hipotecado, padre, abuelo... y muerto.

Ante el espasmo de la impresión del espejo por el parecido a la artificialidad, algunos ejecutan la rutina de descanso con un fin de semana mojado en alcohol y durmiendo de madrugada. O, en casos más graves, fugándose un mes a una playa para compartir agosto con cientos de bañistas.

Otros, que huyen de rutinas para vivir fuera de bucles, abandonan trabajos, rompen relaciones, escapan de amores eternos, viajan donde nadie viaja, gustan de enamorarse en cada puerto y caminan cuando los demás duermen. Mas a estos también les queda la duda. Y por eso nunca se paran, quizá la rutina sólo corre tras ellos, y no ellos dentro del programa. Quizás.