lunes, 13 de septiembre de 2010

Otras miradas



Hoy desperté ya sin fiebre.
Salgo, aún flojita (no soporto los encierros, mi madre siempre me dice eso de que no se me caerá la casa encima)
Mientras como, me llaman: hoy ha muerto el hombre al que he venido desde tan lejos a conocer cómo trabaja (la muerte sin intermitencias últimamente).
Me acerco al tanatorio, yo, una extraña (sirviéndome para sentir en la realidad lo que he vivido estos días en mi imaginación).

Y he conocido una historia bonita. Era un hombre de más de ochenta años, que ha vivido plenamente. Su nieto me comenta: ha sido un alivio. Y los que lo conocieron bien musitan en los corrillos que hace dos años falleció su mujer, con la que había compartido la mayoría de su existencia. El día que la enterró se le oyó decir: ya nada tiene sentido. Desde entonces se fue apagando, resintiéndose su salud, dejando de asistir a los grupos que él mismo creó, quedándose sin ganitas.

Él enseñaba a mirar. A no ver locos, sino virtualidad sana. No ver pacientes, sino personas (que con paciencia sufren y esperan ayuda). A ver redes familiares, no islotes enfermos. Ése era García Badaracco.

Se me ha ocurrido pensar que ha muerto por amor. Y que ésa es la manera más digna de morir, la única que tiene sentido, todas las demás muertes son absurdas y crueles.

Yo también quiero morir por amor. Si no es por amor, prefiero seguir viva.

4 comentarios:

  1. ...aveces morir por amor significa seguir con vida.

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  2. En alguna ocasión he sentido tanto amor que creí que no me cabía, que me ahogaría, que me estallaría la piel y salpicaría a todo el que me rodeara. Y sí, seguía con vida, con muchísima vida.
    Otras veces de desamor he creído morir, y aún así seguía respirando. Y latiendo...

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  3. Hola.
    Odio la muerte. Odio los efectos que produce a quienes seguimos vivos. Creo en la unión de los que quedamos para recordar a los que se fueron.
    Un beso grande.

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  4. Brindo contigo porque sigamos tan vivas.
    Chin, chin!

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