martes, 14 de septiembre de 2010

Quince años

Por aquí hay costumbre de festejar cuando la hija de la familia cumple quince años. Es una celebración en toda regla, con un número de invitados similar a los de una boda (dependerá de las posibilidades económicas, claro), familiares que vienen de lejos, comidas opíparas, fotos y vídeos, con un vals de la mano de su padre, que orgulloso muestra a todos que su hija ya tiene edad de mujer.
Y ella, cuando la fiesta haya terminado y en su habitación de niña esa noche se quite el disfraz de princesa, anhelará aquél otro día en que volverá a serlo, el día en el que todos vuelvan a venir de lejos para verla y abra de nuevo el baile, de la mano de otro hombre, su marido.

Cuánto de lo que somos es lo que se esperaba de nosotras.
...las joyas de su corona no sirven para este viaje...
Cuándo nos desprenderemos de esa imagen de nosotras mismas que nos devuelve ese espejo histórico.
...niña perdida...
Quién se atreverá de todas esas quinceañeras a destapar la caja de Pandora y asomarse a un mundo donde tengan que perderse y poner en el asador algo más que sonrisas y pelos sedosos. Un mundo que está necesitado de que ellas se impliquen.
...que era rodar su destino...
Cuántas no querrán convertirse en reinas y sangrarán transitando un camino que les conduzca a los seres que habitan fuera de las páginas del cuento.




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