jueves, 30 de septiembre de 2010

Motor

motor, ra.
       (Del lat. motor, -ōris)
       1. adj. Que mueve. U. t. c. s. m.

Aristóteles centró toda su física en el movimiento. Los antiguos filósofos griegos se tiraban las teorías a la cabeza discutiendo por algo tan bello. Parménides insinuó que todo era uno e inmóvil, nuestros sentidos nos engañan al ver que algo se mueve. El todo de Heráclito, sin embargo, estaba en constante cambio, imposible bañarse dos veces en el mismo río. Y de nuevo Aristóteles habló de que ahí fuera, para que todo tuviera sentido, debería existir un primer motor.

Mi padre vendía y reparaba motores. En alguna que otra ocasión, también me hizo a mí disfrutar del placer de contemplar tus manos tan negras que confundías tu propia raza por el efecto de la grasa mientras desmontabas pistones, culatas o bielas. Nunca me gustó el ruido que hacían. Les costaba arrancar. Soltaban algún oscuro humo al principio, a modo de carraspera, y luego se estabilizaba su canto, constante. Me preguntaba por qué no se cansaban. Pregunta absurda, simplemente son motores.

Los utópicos, los que creemos en las soluciones, los que consideramos la existencia de un problema como algo circunstancial, los que defendemos seguir nadando a contracorriente, los que creemos en un mundo mejor... a veces sentimos el sofoco del motor. Alguien me dijo un día que en el mundo hay dos tipos de persona: los motores y el resto. El que todos se muevan sólo depende de los primeros.

Nuestro gen social es maravilloso. Pero le acompaña un mal efecto: los conflictos. Los humanos no conseguimos estar en paz. No nos ponemos de acuerdo. Sabemos el problema y la solución, sólo falta la voluntad. Sabemos dónde queremos ir, sólo falta el motor. Y es tan complejo el entramado que puede formar la reunión de unos cuantos vecinos de comunidad, de unos cuantos amigos que se quieren ir de viaje, o de algunos trabajadores que pretenden mejorar su pequeña empresa, que ya no me extraña que la guerra sea una constante en nuestra historia.

Y yo, como motor de humilde potencia, intento engrasar y dinamizar estas insignificantes disputas y ya me tambaleo en mi runrún, suelto algún pico en mis revoluciones por minuto, levanto la vista atrás, a todo lo que quiero mover, pienso en lo que me resta, vuelvo a bajar la cabeza, y continúo. Los motores no se cansan, simplemente son motores.

NOTA: Es pura coincidencia, lo he descubierto tras escribir este post. Pero por eso mismo (simple y curiosa coincidencia), y por si en realidad Rudolf Diesel hubiera tenido algo que ver guiando mis dedos sobre el teclado, me es obligado reseñar que tal día como hoy, en 1913, el mencionado ingeniero inventó el motor que hoy lleva su nombre.

2 comentarios:

  1. La chica dura del metal17 de octubre de 2010, 23:40

    La mayor parte de las personas sólo piensan en si mismas,ni siquiera se preocupan demasiado de los seres queridos,y absolutamente nada de los demás humanos, los conozcan o no.(Nos cuesta tanto ser considerados con el prójimo, que si no obtenemos una recompensa satisfactoria no nos planteamos hacer el más mínimo esfuerzo por los demás).Es una pena...esa falta de voluntad es un problema de difícil solución

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  2. La chica dura del metal17 de octubre de 2010, 23:46

    Ojalá este mundo contara con la ayuda de muchos motores con el mismo entusiasmo que el tuyo para solucionar conflictos

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