lunes, 8 de noviembre de 2010

Frío

Hoy ha llegado el frío. Bajo una manta, enmarañados en un sofá, quienes se amen disfrutarán de él. Os envidio. Los demás hacemos rodar desde el cuarto oscuro el radiador. Su aceite va sonando, va despertando.

He recordado Cazalla, su antigua Cartuja. He recordado a esa mujer, antipática. Y me la he imaginado alimentando con leña su chimenea, en su casa adosada a su otra gran casa, su monasterio, abrazándose a sí misma delante de las llamas, igual que yo hago frente a mi lumbre eléctrica.

Hace 33 años compra un terreno en un entorno maravilloso que contiene los restos de lo que hoy día es ya Monumento Nacional, reconstruyó la antigua Cartuja. Cómo lo hizo es fácil de intuir. Se nota en la pasión que desprende cuando te habla de los ladrillos utilizados por los antiguos para levantar una cúpula. Por la fuerza usada para comentar los cuadros contemporáneos con los que ha decorado las viejas tapias de capillas y galerías. Yo construyo casas, me gritó cuando le pregunté si era arquitecta. Ya lo creo que las construye. Y restaura monasterios. Y crea un centro de arte moderno. E invita a disfrutar a quien quiera de un fin de semana en su hotel, contemplando estrellas, desayunando con montañas, bebiendo manantiales, paseando entre alcornoques, olivos, castaños y pinos.

No sé más de ella. Vive allí en la sierra desde hace mucho. Creo que sola. Con un perro al que curó una brecha en la cabeza y decidió llamar... brecha. A sus... 60 años tal vez, se le puede notar un andar cansado. Pero debe de ser de esas personas que no se cansan. En su libro rememora cuando se decidió a comprar la propiedad: ...me encontraba con el peso de la historia entre mis manos y la llave para encontrar la felicidad...

No sé si la halló. Cuando en la noche me acerqué a felicitarle por lo que había hecho con todo aquello, se le escapó una única sonrisa fugaz. Inmediatamente después de darme las gracias, ya seria, me dijo que la vida era dura. Yo, que nací para escuchar, ya no me atreví a preguntarle más.

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