dos pieles desconocidas
tocándose a mil kilómetros de distancia.
Luego yo amasé la epidermis con rodillo, estirándola hasta que cubrieran los diez mil kilómetros que existen hasta el hemisferio sur.
Cosí los corpúsculos táctiles con esmero, remendé terminaciones nerviosas, inserté folículos pilosos.
Cuando el humano se fue a las antípodas, la piel se volvió amarillenta, ocre, mestiza, india, asiática, rojiza, mulata, chocolate, negra... todas las gamas se sostenían entre los miles de kilómetros de piel, muestrario difuso de todas las razas que se interponían, millones de centímetros cuadrados de piel de humanos entre nosotros.
ahora
tengo su mano en mi nuca.
lunes, 8 de noviembre de 2010
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