lunes, 17 de octubre de 2011

Desvanes

Hace años, una noche, me enamoré de una mujer que acudía entre amigas a una despedida de soltera. Fue de esos enamoramientos de un par de horas que no se consuman más que en miradas de recíproco deseo. En algún momento le confesé que yo era un melancólico. Se quedó pensando, quizás sinceramente, quizás para engatusarme aún más. Me gusta, concluyó muy seria.

De pequeño, no sé dónde, leí que para ser feliz bastaba con tener mala memoria. Al pasar de los años recuerdo esa frase, y el poder recordarla también me permite entender lo que significa. A menudo digo, en tono de broma, que tengo un problema: tengo muy buena memoria. Recuerdo demasiado de cada buen momento de mi vida pasada.

Cuando conduzco por la misma carretera que hace años recuerdo quien me acompañaba en aquel viaje, el motivo para el que lo hice. Cuando camino por algún rincón de alguna ciudad, recuerdo las conversaciones de paso tranquilo en ese andar. Cuando me tomo alguna copa en bar conocido, recuerdo las risas de otros días en esa oscuridad. Cada melodía, cada libro, cada palabra, cada olor, cada objeto... casi todo lo que a veces me rodea está asociado a algo ya vivido.

Lo peor es que no me conformo con mis memorias. Puedo sufrir también las ajenas. Puedo ver fotos, ropas o utensilios de otras personas e imaginarme sus ilusiones pasadas, ya ahogadas por el tiempo, bien porque fueran cumplidas, bien porque fueran nada. Cualquier desván es el infierno de los nostálgicos y taciturnos. Es un cementerio de ilusiones, el estiércol de la melancolía.

3 comentarios:

  1. Iba a escribir algo inteligente ... pero no me acuerdo.

    Será por eso por lo que a veces pienso que soy feliz.

    Un texto conmovedor.

    Saludos.

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  2. Bien podría decirse lo contrario, que hay quien recuerda tanto que no puede dejar de ser feliz. Todo depende de cómo nos contemos el cuento a nosotros mismos, vosotros los melancólicos creéis que nosotros los olvidadizos no nos dolemos, o podemos ser más felices... Tendré que escribir sobre esto, construccionismo y por supuesto, deconstrucción. Podía abrirse un lindo debate... Besos

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  3. La nostalgia y el sentimentalismo son como piedras que pesan en el corazón. Nunca he dejado de pensar que la añoranza de tiempos pasados produce una melancolía que es como una enfermedad, y en ese sentido, yo siempre he estado enferma. Pilar, de El efecto Coriolis.

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