jueves, 6 de octubre de 2011

BCN


Amanece...



Cada día me enfrento a la catedral inacabada, hermosa metáfora de cualquier ser humano, de mí misma. Planos, grúas, martillazos... una construcción bajo el principio de incertidumbre, como cualquier destino, como el mío.

Me río: soy como la Sagrada Familia [sin ápice de ser sagrada, ni familiar]

Me siento diseñada por un dios loco que se olvidó construirme las columnas de normalidad, las instrucciones para vivir de puntillas. Nunca se me dieron bien los protocolos (¿ya lo dije?) y me revuelvo para encontrar algo de creatividad en mi día a día.

Ella, que sigue fascinando pese a ser sólo fachada, que intriga más aún por no tener las cosas claras y ocultar bajo andamios paredes indecisas. Parcheada, a retazos, y sin embargo única.
Con leyendas a sus espaldas, con la ambivalencia desiderativa de verla culminada o no.

A mí, las grúas me demuestran que aún sigue viva. Las demás catedrales se me antojan cadáveres perfectos.

Me reconoceréis: soy la que pasa cada día por delante suya con los labios pintados de rojo.

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