domingo, 6 de enero de 2013

HistoriAs


[...] La Europa antigua no tenía dioses. A la Gran Diosa se la consideraba inmortal, inmutable y omnipotente; y en el pensamiento religioso no se había introducido aun el concepto de la paternidad.Tenía amantes, pero por placer, y no para proporcionar un padre a sus hijos. Los hombres temían, adoraban y obedecían a la matriarca, siendo el hogar que ella cuidaba en una cueva o una choza su más primitivo centro social y la maternidad su principal misterio. Por lo tanto, la primera víctima de un sacrificio público griego eraofrecida siempre a Hestia, diosa del Hogar.
No sólo la luna, sino también el sol eran los símbolos celestiales de la diosa. Sin embargo, en la mitología griega más antigua, el sol cede la precedencia a la luna, que inspira el mayor temor supersticioso, no se oscurece al declinar el año y tiene como atributo el poder de conceder o negar el agua a los campos. Las tres fases de la luna nueva, llena y vieja recordaban las tres fases de doncella, ninfa (mujer núbil) y vieja de la matriarca. Luego, puesto que el curso anual del sol recordaba igualmente el desarrollo y la declinación de sus facultades físicas —en la primavera doncella, en el verano ninfa y en el invierno vieja— la diosa llegó a identificarse con los cambios de estación en la vida animal y vegetal; y en consecuencia con la Madre Tierra, quien al principio del año vegetativo sólo produce hojas y capullos, luegoflores y frutos y al final deja de producir. Más tarde se la pudo concebir como otra tríada: la doncella del aire superior, la ninfade la tierra o el mar, y la vieja del mundo subterráneo.
Una vez admitida oficialmente la relación entre el coito y el parto, la posición religiosa del hombre mejoró poco a poco y se dejó de atribuir a los vientos o los ríos la preñez de las mujeres. Parece ser que la ninfa o reina tribal elegía un amante anual entrelos hombres jóvenes que la rodeaban, un rey que debía ser sacrificado cuando terminaba el año, haciendo de él un símbolo de la fertilidad más bien que el objeto de su placer erótico. Su sangre serociaba para que fructificasen los árboles, las cosechas y los rebaños, y su carne era, según parece, comida cruda por las ninfas compañeras de la reina —sacerdotisas que llevaban máscaras de perras, yeguas o cerdas.

  Al principio se calculaba el tiempo por las fases de la luna, y toda ceremonia importante se realizaba en una de esas fases; los solsticios y equinoccios no eran determinados con exactitud sino por aproximación a la siguiente luna nueva o llena. El número siete adquirió una santidad peculiar porque el rey moría en la séptima luna llena después del día más corto. Inclusive cuando, tras una cuidadosa observación astronómica, se demostró que el año solar tenía 364 días, con algunas horas más, hubo que dividirlo en meses —es decir ciclos lunares— antes que en fracciones del ciclo solar.


Los mitos griegos, R.Graves
Judith y Holofernes, Franz  von Stuck 

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