domingo, 2 de enero de 2011

Blanca y radiante


Que sí, que otra vez estoy con lo mismo.

Que soy rara.

Y una radical.


Pero defiendo mi fobia con uñas y dientes, que para eso es mía.


No me gusta ser ni que se me considere la novia de nadie.


De la importancia de las palabras: de todos es sabido que los términos son encorsetadores de significados más amplios, que nos ayudan a limitar la realidad para manejarla y entenderla. Que en el mundo -no tan ficticio- de "1984" no existía la palabra 'libertad' y por tanto su concepción y la ambición de conseguirla.


Bien, veamos lo que dice mi amiga la RAE:

novio, via.

(Del lat. *novĭus, de novus, nuevo).

1. m. y f. Persona que acaba de casarse.

2. m. y f. Persona que mantiene relaciones amorosas con fines matrimoniales.

3. m. y f. Persona que mantiene una relación amorosa con otra sin intención de casarse y sin convivir con ella.

4. m. y f. Persona que aspira a poseer o conseguir algo.




Vale que la tercera acepción es la que apela a la flexibilidad, pero no me digan que la cuarta no da repelús...

Cada contrato, cada vínculo, es un mundo. Pero la gente tiende a emular los cuentos o las películas, se ama no de una manera original sino ya prefabricada. Hay que ser celoso, hay que ser fiel, hay que ser monógamo, hay que ser no muy putilla (pero sí lo suficiente).

Y ahora a la gente de mi ciudad, como en Italia y como en muchos sitios (supongo) les ha dado por simbolizar su amor nada más y nada menos que con un candado anudado a un puente (en este caso el de Triana). Candado, que suena a dejar una puerta bien cerrada, a calabozo, a encierro. Además, la llave se tira al río, que para mí simboliza que pierdes la cabeza y la arrojas por la borda, para no arrepentirte y querer abrir algo que en su momento "el amor" selló.

Ahora escucho a padres divorciados que dicen con la cabeza que lo primero son sus hijos, pero con las entrañas se enzarzan en una lucha [fraticida] contra su cónyuge, obviando el sufrimiento de los menores.

Quiero ser la amiga (la que entiende momentos de más soledad, de más independencia), quiero ser la compañera (que acompaña, al lado del camino), quiero ser la amante (con la que volverse loco, con la que despertar perversiones), quiero ser la persona especial, aquélla que, en medio de mucha gente sienta cercana con una sola mirada.Y, perdónenme, pero siento que si soy "la novia de" no tengo cabida para ser la que quiero ser. Quizás es cabezonería mía, quizás reminiscencias de un feminismo trasnochado. Quizás sea paranoidismo o frivolidad. Puede ser, y lo admito.

Pero pese a que el Ayuntamiento de vez en cuando los retire, los candaditos siguen surgiendo, como si del imaginario colectivo floreciesen.

8 comentarios:

  1. Te siento recuperada. Veo que el romanticismo lo dejas para la vida porteña...
    ¿Qué te voy a decir? Mi mayor miedo de novia es el del compromiso, pero no deja de ser un miedo a mí misma y a la fragilidad de mi constancia.
    Me pierden los gestos y debo ser una... porque no puedo evitar que cualquier puente de una ciudad que no sea la mía me resulte más encantador y romántico que aquéllos por los que todos los días transito y en los que pienso para también, acto romántico, saltar.
    Te mando un beso grande

    ResponderEliminar
  2. Sí, leñe, que me embargó una rancia y pegajosa melancolía... ya voy cogiendo mi ritmito!
    Lo bueno de los puentes es eso, poder saltar, no quedar esposada a ellos!!
    Je, y no sé cómo serán tus puentes, pero lo que es el de Triana, es todo un símbolo!(la gente de esta ciudad, que tiende a mitificarlo casi todo...)
    Besote!

    ResponderEliminar
  3. No te conozco, pero desde hace unos días me hice subscriptora de este blog. No esperaba encontrarme entradas como ésta, pero es ésta la que precisamente me ha obligado a comentar.

    No me puedo sentir más identificada con lo que has escito... Lo de ser novia me agota como persona, y acaba anulando lo que de verdad soy. No hablo de traiciones amorosas ni nada parecido, sino de libertad de movimiento, de elección... Cuando estar con alguien se convierte en obligación acaba todo perdido, al menos para mí. Y me ha costado más de una relación agotada para entenderlo.

    ResponderEliminar
  4. Me reconforta sentir que al menos no estoy sola en esto, y te agradezco el comentario. Hay veces que la presión para que la descarriada vuelva a los patrones sociales es enorme, o yo al menos lo he vivido así. Como si sólo hubiera una única manera de relacionarse, de vincularse, de amar. Y estoy completamente de acuerdo contigo: la pérdida de libertad, yo siento que ser novia me quita un noséqué de nosédónde, y además sin mi permiso.
    Bienvenida.

    ResponderEliminar
  5. Los nombres en las relaciones son como las fronteras entre los países, nos sirven para identificarnos, para situarnos pero no hay que olvidar que son líneas imaginarias.

    Un beso,
    jesus

    ResponderEliminar
  6. Ya, pero por muy imaginarias que sean llevamos toda nuestra historia en la tierra matándonos por ellas.
    Me gusta más definirme ciudadana del mundo...

    ResponderEliminar
  7. Cuando vivamos en más mundos tendrás que ser ciudadana del universo, o humana, o mujer, o ser vivo. Y todas tienen sus relaciones, y sus implicaciones.
    Que no vivas eso con libertad no sé si tiene que ver con la palabra o con tu imaginario.

    De todas formas a mí me gusta más pareja o compañera.
    pero cuando un hombre dice pareja es güei y compañera alimenta la curiosidad y las preguntas.
    me encanta "compañera"
    es voluntario

    ResponderEliminar
  8. Creo que no hay que perderse en las palabras. Al fin y al cabo, no son más que letras, que como tú misma dices no engloban todo lo que algo es, ¿o nunca te pasó no encontrar un nombre para una emoción?
    El nombre que te pongan, no va a cambiar lo que eres, lo que sientes o lo que deseas. No hay que confundir valor y precio.
    Un abrazo, folie

    ResponderEliminar