domingo, 23 de enero de 2011

Autointerpretándome

"Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias."

Así se enuncia el Teorema de Thomas. Viene a significar que un grupo de personas llega a convertir en reales las situaciones sociales que supone como tal. A nivel individual, de esta teoría nacen fenómenos tan curiosos como el efecto placebo (personas que eliminan una enfermedad por el simple hecho de creer que están siendo tratadas para ello) o las profecías autocumplidas (predicciones o sueños premonitorios que solamente por ser enunciados acaban ocurriendo)

Supongo que siempre nos subestimamos. Podemos ser lo que queramos ser. Nuestra capacidad para cambiarnos es enorme. Tal vez de ahí la importancia de dibujar el camino por donde queremos ir, por donde queremos vivir.

En la misma línea nace la llamada ley de recurrencia: la idea que nos hacemos de nosotros mismos nos transforma hasta el punto de que concluimos por convertirnos en aquello que creemos ser.

Probablemente nuestra primera tarea como seres indeterminados y libres es determinarnos, darnos una identidad, un querer ser. Autoconocernos. Antes, hemos de aceptar la autoidentidad que nos imponga nuestra sociedad, que nos diga quiénes somos, qué debemos hacer, y para qué estamos aquí. Después deberíamos ponerla en duda, y reconstruirla. Y si esto es ya de por sí difícil, el señor William I. Thomas nos hace cuestionarnos cuánto de lo que ya somos es producto de la idea que tenemos de nosotros mismos.

No sé. Es complejo. Pero todo esto me recuerda a la importancia del positivismo. Al pozo en el que cae quien entra en una depresión. A las crisis que no terminan hasta que los telediarios lo deciden. A los abejorros que volaban sin que la ciencia se lo explicara. A las riendas que todos tenemos en nuestras manos para poder virar, y a las que no dejamos de mirar en lugar de levantar la vista a estribor. 

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