lunes, 13 de junio de 2011

...vamos a contar mentiras, tralará...



De repente, lo digo en voz alta. Me digo la gran mentira en la que se está convirtiendo mi vida. Me siento ancestral pese a no haber cumplido los treinta. Pero soy una niña pequeña, una niña mentirosa, sin ningún cariz juguetón. Miento para que no se me castigue, y sobre todo, para que se me siga queriendo.






O mejor dicho, para que me siga queriendo.





Hay que joderse.









Y todo es mentira. Le digo que mis berrinches son por la distancia. Que no me importa no ser la ella de sus relatos. Que sé que me entiende. Que sé que me quiere.





Y cruzo los dedos de la mano cuando le digo que le quiero.




Sé que lo abofetearía para destrozar esa cara bonita, sé que me masturbaría a sus espaldas, sé que me haría la distante y fría. Si pudiera ser sincera, lo haría. Pero soy una burda mentirosa.




No miento para ser descubierta y reírnos a carcajadas de la travesura.

Hago trampas por pura supervivencia. Me paso veintiún días malviviendo, autómata, en estado de espora, hambrienta. Luego, durante cuarenta y ocho o, a lo sumo, seteinta y dos horas me dan de comer. Y trago sin masticar, sin saborear, ciega por alimentarme.


Me miento diciéndome que esto es lo que quiero. Y también cuando repaso todos los billetes de avión comprados para el verano, aún pendientes de facturar, imprimir, usar.






Le miento cuando le digo que lo dejaré todo por irme a vivir con él.





Lo que me asombra es que por muy evidente que sea, no soy descubierta. Es decir, descubro que aquéllo de que la mentira tiene las patas muy cortas, apesta o es mal disimulada también era un engaño. A todos nos encanta representar mentiras, perpetuar esta tragicomedia.






Le doy un beso de mentira antes de despedirnos en el aeropuerto.


Y regreso sola a mi casa. Y regreso a mi vida. Y justo cuando empiece a darme cuenta de nuevo de la mentira en la que estoy inmersa, sucederá un nuevo encuentro, mentiroso y rastrero, para que continúe descreyéndome, una y otra vez.

1 comentario:

  1. Joder...
    No mola nada cuando las dudas entran en la cabeza...
    Sabes que también pertenecí al club de los 1000 kms..y a veces mola, pero acaba cansándote, como todos y como todo. Al final todo se reduce a lo mismo.
    Yo aprovecharía esos billetes comprados, aunque sólo sea para enfadarse, dejarlo, seguir mintiendo o quererse un rato. No es tan fácil encontrarlo a menos de 1000 kms.
    Un beso, guapa.

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