miércoles, 16 de marzo de 2011

Sin titulo

Había un edificio lleno de puertas. ( Aunque si esto fuera un cuento, sería el país de las 999 puertas) Al parecer nadie estaba tras aquellas puertas, o al menos eso parecía, pues nunca vieron ni escucharon nada. Ni siquiera sabían si, al menos, se guardaban cosas: no les importaba. Llevaban años y años, paseando entre las puertas cerradas, desde que eran sólo 100, y la única novedad era que de vez en cuando, aparecía una nueva puerta. Las llaves, nunca se usaron que ellos recordasen.
El instrumental de trabajo consistía en un teléfono de comunicación, una linterna, una porra y el manojo de las 999 llaves que pasaban en el cambio de turno con un “sin incidencias”.
Un día, uno de los vigilantes recibió la inesperada visita de su hija Anía de 8 años. La madre tenía que pasar algunas horas de la tarde trabajando y no podía quedarse con ella a la salida del colegio.
El vigilante y su hija recorrieron las instalaciones del edificio. Anía planteó la lógica pregunta: ¿Qué hay dentro papá? Su padre le contestó que no lo sabía. ¿Y por qué están cerradas? ¿Habrá algún animal salvaje dentro? ¿Se esconderán algunos tesoros? El vigilante, que no sabía, no podía salvo encogerse de hombros ante sus preguntas.
Pero poco a poco la curiosidad se fue transmitiendo al vigilante, se estaba llenando de inquietud por probar alguna de las llaves y descubrir qué podía pasar. Aquello era tan extraño, que le producía una sensación emocionante, como de quién va a reabrir la cámara funeraria de un faraón egipcio…
En el momento del debate, llegó su relevo, le entregó las llaves, “sin incidencias” y se marcharon. Ese día se acostó justo después de cenar. Soñó con puertas abiertas, algunas estaban hechas para entrar y otras para salir, veía que lo escondían podía ser hermoso o no…
Al despertar no recordaba nada.
Volvió a sus horas de puertas cerradas y llaves

1 comentario:

  1. Sí, no basta con ser valiente por un momento, hay que seguir lanzándose al vacío sin darle al pause...
    Esas sueños que tienen más vida que los ojos abiertos...

    Qué lindo, Olvido.

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