lunes, 29 de agosto de 2011

Elegir-me

Te hablaré... de cuando a veces me siento desnuda y con frío. A veces me voy quitando velos y más velos, van apareciendo centímetros de piel... es mía esa piel y ya sin capas que la protejan queda expuesta al frío, al aire, a la mirada del otro. A tu mirada que da escalofríos.

Tengo miedo. Esto no se dice, no debería decirlo. Debería no hacerle caso al sentimiento, racionalizarlo, minimizarlo, creerme el absurdo que es. Y por supuesto debería guardarlo para mí, fingir que nunca lo he sentido o, si la conversación lo requiere, admitir que se puede tener algo de miedo, pero sin importancia. Nunca debieras saberlo tú, va en contra de la imagen que debo darte, la de chica alegre y atrevida. Las niñas malas no tienen miedo, no temen el dolor físico ni se asustan por las consecuencias de sus desmadres. No se puede tener miedo, porque eso del miedo es cosa de princesas. Y yo no puedo permitirme ser tu princesa, tengo que parecer rebelde y despreocupada, no amedrantarme sin sentido.

Elegir implica excluir y tolerar la falta.
(me parece una frase brillante)

Amor, quédate tranquilo, tengo un plan. Prepararé un brevaje para no generar más preguntas, para ser sencilla en mi manera de ver el mundo. Me coseré a la piel la curiosidad y el miedo, me tatuaré la corona de princesa en una de mis ingles (prometo no llorar cuando mis manos empuñen la aguja caliente).

Lo que no te prometo es que pueda seguir levantándome temprano cada mañana para ir a trabajar, como si todo siguiera igual.

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