domingo, 1 de mayo de 2011

Polaris

Muchas veces me acusan de no ser capaz de amar por no sentir sin pensar. Como si lo que sintieras en el amor no tuviera nada que ver con lo que pensaras, como si la forma de amar fuera algo innato, igual aquí que en las tribus de Nueva Guinea.
 
¿Y qué es amor para vosotros que me acusáis? Difícil explicar una definición hecha con pedacitos de películas, matrimonios parientes, sueños, instintos y necesidades insatisfechas... Tan poco hemos pensado en ello que dejamos que lo piensen nuestras emociones. Ya nos enamoraremos del borracho que nos maltrata, del niño de treinta años, del posesivo dependiente, del que miente a todos menos a mí. Ya pensaremos en el amor cuando nos divorciemos, cuando nos repartamos hipoteca e hijos, cuando ya no me pongas tanto y piense que algo me falta.

No es culpa nuestra, supongo. El inventor de Cupido es pariente lejano del inventor de la navaja suiza, difícil encontrar una que corte, o atornille, o lime, o descorche... Como la dificultad de hallar un amigo, un colega, un compañero, un amante sexual, un familiar, un socio económico, un confidente, un apoyo, un cónyuge... en una única persona. ¿A quién se le ocurrió tal invento? 

Cuando buscamos entre los 6000 millones de personitas a alguna por la que apostar... Aparte de fijarnos en esas bocas que comer y caderas con las que bailar... ¿A quién se ama de verdad? ¿Cuál es la condición necesaria? Yo no creo en amores incondicionales. No creo en amores alejados de lo que el ser humano es, ni de lo que aspira a ser. Creo más en el amor aristotélico. Y creo que sólo se puede amar profundamente a quien admiras y a quien crees, en cierto modo, que es mejor que tú.

Dos personas que creen al otro mejor que a sí mismos. Polaris siempre en frente. Sea en la dirección que sea. Será tu dirección.

3 comentarios:

  1. El amor burgués decimonónico ha sido el que ha forjado la idea actual al respecto.

    Saludos.

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  2. Admirar si, pero no creernos ni mejores ni peores, que luego vienen los complejos. Me encanta lo que has escrito.

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  3. Es algo tan relativo... Yo no amo igual que tú ni que él y vosotros, obviamente, no amáis igual que yo. Una mujer del XVIII no ama igual que una del XV ni que una del XXI. Un hombre japonés no ama igual que un senegalés ni un argentino...
    Cada quién le da su significado y lo hace cómo puede.

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