viernes, 15 de abril de 2011

Treinta segundos

Los griegos distinguían tres tiempos diferentes: El tiempo de los mortales, la lucha por sobrevivir, la injusticia, el trabajo, lo efímero... era el tiempo de Chronos. El tiempo de los dioses, eterno, de la plenitud y la perfección, del cosmos... era el tiempo de Aidion. Y un tercero, el tiempo del instante eterno, el enlace fugaz entre los anteriores, el de la divinidad rozada por segundos con la yema de los dedos, el del arte, el del beso, el del orgasmo... era el tiempo de Aion, el rayo entre la tierra y el cielo, entre lo mortal y lo inmortal.

Ella caminaba entre la gente. Vestía ropas transparentes para ser invisible a miradas ajenas. Se acercaba a las parejas, a los grupos, a las conversaciones. Casi cerraba los ojos para concentrarse en las palabras. Luego los abría, y recogía el gesto. Siempre pensó que todos hablamos demasiado. Se discute demasiado. Nacimos para gritarnos. Será necesidad. Igual que quien ama a la persona que no existe intentando cambiar a la que es para que sea otra. Igual que quien no deja de hundir para olvidar su hundimiento. Igual que quien busca la aprobación ajena a una vida que tiembla. Esto es lo que nos hace hablar sin escuchar. Ella hacía tiempo que le pesaba la imposibilidad de ser comprendida. Las palabras le abandonaban. La complejidad le levantaba muros para hallar humana complicidad. Ya no sabía hablar, y casi olvidaba escribir. Why is it so hard to talk?

Cuando la gente viaja en bus urbano se pierde entre auriculares o acariciando teléfonos. A veces, dirigen fuera la vista perdida, repasando fachadas de aburridos edificios por su rutina diaria. El rojo de un semáforo vive periódicamente lo que requiere en función del caos circulatorio que nosotros, pobres desperdiciadores de vida, provocamos yendo puntual a nuestra cárcel oficina. Las anchas avenidas hacen que dos autobuses puedan cruzarse en carriles paralelos en un rojo fugaz para encontrar miradas confidentes, entre dos líneas de destinos y paradas distintas. Miradas clavadas, sin palabras ni parpadeos. ¿Treinta segundos? Antes de volver el verde, y seguir girando las ruedas, la ciudad, el mundo. Dos personas. El alma que hablar puede con los ojos también puede besar con la mirada. Fue un Aion, un instante de eternidad a través de dos lunas vidriadas.

3 comentarios:

  1. De nuevo un movimiento rotatorio, circular. Todo lo lineal es una ilusión óptica, de percepción, un espejismo curvo.

    Saludos.

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  2. Espero que no me pongan este texto para traducir en griego.
    Desde luego, está conseguido.

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  3. Me ha encantado, sobre tod l que has escrit en el 2º parraf . Siempre identificand me c n l que
    piensas y sientes

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