martes, 19 de febrero de 2013

El bien y el mal

Khalil Gibran, en "El mundo perfecto" dice:
[...] Yo, un caos humano, nebulosa de confusos elementos, deambulo entre mundos perfectamente
acabados; entre pueblos que se rigen por leyes bien elaboradas y que obedecen un orden puro, cuyos pensamientos están catalogados, cuyos sueños son ordenados, y cuyas visiones están inscritas y registradas.
Sus virtudes, ¡oh Dios!, están medidas, sus pecados están bien calculados por su peso, y aun los
innumerables actos que suceden en el nebuloso crepúsculo de lo que no es pecado ni virtud están
registrados y catalogados[...]

De adolescente, al escuchar los primeros discos de Shakira, intuía que se había inspirado en el poeta árabe para componer algunas letras . Eso fue mucho antes de que se convirtiera en lo que hoy es, el productito número 7.325, o la loba loca rabiosa.

Cuanto más adultos, más apostamos en este juego, más se pierde si no cumples las normas. Ser rebelde ya no es una monería de juventud que todos miran con condescendencia teñida de añoranza, es un incordio en a institución, en la sociedad, es un algo-que-corregir-por-tu-bien. La infidelidad a los catorce se supone menos dolorosa que a los cuarenta. Se acabó el tiempo de dormir de día y romper horarios, vestir desaliñado, sentir locuras. Los adultos siguen las normas, se esfuerzan por ser amados, ya no dudan de sí mismos y sobre todo, saben lo que está bien y lo que está mal.

A veces, recostada en el apoyabrazos de un sofá, me pregunto si seré la única que tiene los conceptos alborotados, la única que siente lo que no debería sentir. La única que no quiere cumplir con los estándares, aunque esto sea otra suerte de esclavitud.

A veces me resulta complicadísimo luchar contra este gigante que desea hacer de mí otro productito, en esta escala en la que habito. Y me siento a salvo por momentos al escribir estas cosas, pero es un error. El albañil que está en mi casa me pide que no me preocupe porque el suelo hoy quedará manchado, pero mañana con un fregado quedará limpio. Que él sabe, por su mujer, que pese a que me lo advierte, hoy me afanaré con la fregona. Lo miro desde millones de años luz. Lo miro desde el hueco de mis pupilas y no entiendo su idioma, pero caigo en lo que él ve en mí. Veo este cuerpo, esta edad, este tono de voz.

Sé que no soy la única, pero todos nos escondemos de los demás y fingimos saber de qué va esto de ser adultos. Como si la sabiduría viniera de cumplir años. Como si no fuese necesario pararse a escuchar al loco que llevamos dentro, parido y criado en secreto. Como si la razón llevara razón, y las normas fueran lo normal. Como si desperdiciar la vida llevara inherente tener una segunda oportunidad.

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