lunes, 17 de diciembre de 2012

Cuestión de risa



La he leído en una web donde un periodista la ha utilizado como punto de partida para una entrada de su blog. Me ha fascinado semejante historia. Por eso le copiaré la idea.

Fue en Tanzania, en 1962. Epidemia de risa. Tres niñas comenzaron a reírse en un colegio y unas semanas después la escuela tuvo que cerrar porque nadie podía parar. La cosa empeoró tanto que llegó a afectar a pueblos enteros y varios colegios más. Unas 1000 personas se vieron afectadas con graves ataques de risa acompañados de llanto.

¿Saben de ese juego en el que dos personas se sientan una frente a la otra y se miran fijamente muy serias hasta que la primera de ellas se ríe y pierde? Aún no he conocido quien me gane, aunque supongo que tarde o temprano perderé (o eso espero).

Últimamente estoy más convencido de aquello que decía Hannah Arendt sobre la felicidad del Homo sapiens: sólo es posible con un ciclo eterno de agotamiento y regeneración de la vida; de dolor y de librarse de él; de apetitos y su complacencia. Sí. Creo que el estar feliz es el nombre que le damos a algo completamente animal: el placer de la necesidad satisfecha. ¿Qué hacemos cuando logramos tener comida, abrigo y cama cubiertas con nómina mensual? Inventarnos nuevas necesidades que satisfacer.

Mas no piensen que toda nuestra vida se apoya en apetitos inventados. La necesidad de escapar de la soledad, genética 100%, nos sigue ocupando la mayor parte de nuestro tiempo. Y si además le unimos, como venimos haciendo, la necesidad de sexo, más entretenimiento aún. Ya tenemos en qué gastar nuestros días. Esto lo espolvoreamos con decenas de metas que siempre quisimos conquistar, lugares que visitar, coches que comprar y mil cosas más que nuestra cultura y sus publicistas nos irán colocando en un largo camino de tareas que cumplir. Resultado: el viaje a la felicidad. La meta más importante por ser la más animal que nos queda tras haber comido: el amor, antisoledad + sexo garantizado, dos en uno. 

Me imagino a niñas riendo sin parar en Tanzania... Dejemos de comprar libros de autoayuda. Simplemente es eso: reír. Y si esto es difícil lejos de África, porque lo es, prueben a comer chocolate. A despertar abrazados a alguien. A un orgasmo. A comprar aquello para lo que ahorraste. A subir el escalón para el que te educaron, o te educaste. A torcerte un tobillo y esperar un mes para volver a andar. A soñar con perderte en Manhattan hasta que consigas allí un trabajo. A darle a nuestros genes el gusto de que se reproduzcan en un hijo. Etcétera. Sólo es eso: Reír o sus derivados. ¿Te sientes infeliz a pesar de tener la pareja y el trabajo que soñaste? Déjalos, la vida volverá a tener sentido.

Pero aún queda algo más. Nuestra autoconsciencia nos permite escapar del deseo impuesto por la doble hélice de satisfacer nuestras necesidades. Podemos elegir no tener que ser felices siempre. Podemos elegir no reírnos, y así ganar en el juego de las miradas. Pero... ¿para qué? Aún no lo tengo claro...




1 comentario:

  1. En ocasiones pienso que somos unos suertudos conocedores de poseer tiempo/tranquilidad/libertad suficiente como para planificar o cuestionar la felicidad.
    Que ingratitud llamada evolución diría mi abuelo y ni pensar en otras regiones (pero es inevitable que el ser humano siempre quiera más-sugestionado o no)…que sencillo sería sin tener q cumplir con ciclos de dolor y liberación aceptar que la felicidad no es tangible y que está más presente de lo que imaginamos.
    Por otro lado, te has planteado que en el juego de miradas exista un/a ganador/a?pero que al leer en tus ojos que aún no estas preparado/dispuesto a crecer/avanzar/perder comprendiera que es mejor dejar una imagen conciliadora en tu memoria.
    En resumen…elegir,chocolate,abrazo,orgasmo..felicidad!

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