jueves, 26 de julio de 2012

Enjolras

Tengo la teoría de que aquellas personas que leen muchas novelas cuando son niños, de mayor necesitan vivir muchas vidas. No se conforman con una, quieren vivir muchos libros, muchas autobiografías. Yo no fui de esos. Los libros llegaron tarde a mi mesita de noche. A pesar de esto, sí acumulo dentro las ansias de vivir múltiples personajes (de ahí mi frustrada carrera de actor). Aunque a la vez tengo las mismas ansias de no saber muy bien para qué vivir. Por tanto, ambas inquietudes se neutralizan un poco y eso hace que vaya malviviendo.

Todo esto es porque quiero escribir sobre Enjolras, personaje secundario de Los Miserables de Víctor Hugo. Fue el líder del pequeño grupo revolucionario que aguantó en la barricada de la calle Chanvrerie; el que lloró cuando tuvo que matar a un joven oficial artillero que castigaba con la metralla de su cañón las murallas improvisadas; el que miraba con indiferencia a las mujeres y a los amores propios de su edad; el que amaba la República y sus ideales; al que su amigo Bousset calificó de frío como la nieve y atrevido como el fuego. 

De él fue un discurso que tiempo después es considerado como paradigma del romanticismo. Lo pronunció en la barricada, antes de la defensa final, cuando la muerte estaba cerca: 

"Ciudadanos: el diecinueve es un gran siglo, pero el siglo veinte será un siglo feliz. Nada será como en la vieja historia; no habrá nunca más que temer, como hoy, una conquista, una invasión, una usurpación, una rivalidad de naciones en armas, una interrupción de la civilización dependiente de un matrimonio de reyes, un nacimiento en las tiranías hereditarias, un desmembramiento por derrumbamiento de dinastía. Un combate de dos religiones encontrándose en el frente, como dos carneros de sombra, en el puente del infinito. No tendremos por qué temer la explotación, la prostitución por el desamparo, la miseria por el desempleo, el cadalso, la espada, las batallas, y todos los asaltos del azar en el bosque de los acontecimientos. Podremos incluso decir: no habrá ya acontecimientos. Seremos felices. [...]"

Es una pena que hayamos defraudado a Enjolras de esta manera. Supongo que su fuerza se rendiría si despertara hoy y viera en que acabó su revolución, en qué acabó ese siglo XX aún por venir.

Murió de forma bella: en medio de la contienda, cuando se le acabaron las balas, extendió los brazos ofreciendo el pecho a quien le fuera a fusilar. Y en palabras del autor:
"En cuanto Enjolras cruzó los brazos, aceptando el fin que se le preparaba, el ruido atronador de la lucha cesó en la sala, y aquel caos se convirtió repentinamente en una especie de solemnidad sepulcral. Parecía que la amenazadora majestad de Enjolras, desarmado e inmóvil, pesaba sobre el tumulto, y que, con sólo la autoridad de su tranquila mirada, aquel joven, el único que no había sido herido, magnífico, ensangrentado, hermoso, indiferente como si fuera invulnerable, obligase a aquella siniestra gente a matarle con respeto."

Sé que no es más que un personaje de ficción. Pero si tuviera que elegir a quién interpretar en una adaptación teatral de esta novela... ya sabéis quién sería. Me quedaría sin ser Mario y sin besar los labios de Cosette, e incluso sin experimentar los castigos y hazañas de Jean Valjean. Me quedaría con ese pequeño papel de soñador que muere por su república entre el respeto de sus asesinos.  


lunes, 23 de julio de 2012

INSOMNIO


Insomnio, despierta en esta habitación prefabricada sin esmero. Atosigo al reloj, esperando un momento que no llega.
Rabia, espiral sangrienta que va arrancando trozos de mí a su paso. Siento deseos de los que me avergüenzo al encender la luz...y sin embargo, reinciden. Atrapada en una ambición resucitada de los años en que Bécquer llamaba erial a mi vida.

Vivo en una resaca de emociones, mi felicidad está tan baja como la economía del país y el placer sólo está en fotos colgadas de la pared.

Brindo por las drogas que adormecen y matan mi conciencia.





CONTRAPORTADA

Ya me avisaron que los nombres dramáticos no duraban mucho por aquí.

En estos meses de ausencia

He volado kilómetros, he ido a sitios que no pensé ir, he subido escaleras imposibles, he estado en
Me he aplastado entre una cola de orientales, he comido su comida, he recorrido Beijing en bici y he contemplado tesoros antiquísimos.

He cambiado de ciudad, de idioma, he descubierto que podría sentirme en casa en cualquier lugar. He dejado cosas pendientes: un trozito mío esperando reencontrarse en el barrio gótico.

He conocido a hombres de los que me podría enamorar, y sin embargo amo más que nunca al hombre con quien estoy.

He escuchado de tu boca lo que hace tanto tiempo que se. He deseado más que nunca que seas feliz, pero no lo veo.

miércoles, 11 de julio de 2012

Sima misteriosa

Decía Victor Hugo que hay miradas que abren una sima misteriosa por instantes para luego cerrarla. Que cada mujer, en varias ocasiones en su vida, deja escapar alguna mirada así. Y que para cualquier hombre, mejor estar bien lejos en dichas ocasiones, o pobre de él si cruza mirada en ese relámpago.

Es mágico, sorprendente, absurdo y aterrador el cómo una mirada, una sonrisa, dos preguntas y alguna respuesta pueden nublar la vista. Olvidar toda preocupación para centrar como objetivo de toda atención a una persona. Tal vez sin conocerla. Quizá sólo su nombre, sus ojos, su boca, su nariz, su pelo. Cruzando veinte palabras, entre las que no estuvo... vente.

(...)

A veces odio el amor.

El amor ese que nos roba la amistad. Quién creyó que un grupo de amigos como los de la exitosa serie friends podía ser más importante que los continuos ligues de sus protagonistas. Por hormonas o soledad la prioridad de cualquier humano es su pareja actual, los amigos son otra cosa en un escalón inferior. Y la amistad ya no es lo que Aristóteles proclamaba.

El amor ese que nos roba el sexo. Ese que impide la copulación libre entre seres que se atraen porque se supone que tiene que haber algo más. Ese que prohíbe que dos personas sin compromiso se den el homenaje del placer por el puro placer. Ese que ha reprimido al estrecho marco de hacer el amor el arte de follar, consiguiendo que muchos incluso olviden dicho arte, y sólo se preocupen de no mancharse.

El amor ese que ha encarcelado a seres humanos en la profunda infelicidad obligada por leyes escritas y flotantes, por hijos que ya no nacen de óvulos y esperma, sino de la bendición de Afrodita o Yahveh. Matrimonios encadenados en juramento convirtiendo en mísera la vida de amantes que son, a un mismo tiempo, reos y verdugos.

El amor ese que te hace capitalista y propietario, comerciante de personas, esclavista. Que despierta el egoísmo de no compartir aquello que crees poseer. Los celos o envidia crecen en ti, y siempre el odio vendrá de escudero a presentar sus respetos (será que van de la mano, según dicen). El orgullo y lo mío son murallas muy altas para dejar que el amante se vaya con otro. 

El amor ese que duele, agrieta, desgarra, mata, quema, oprime, resquebraja, destroza, rompe, descuartiza y despedaza eso que él mismo había creado y cuidado con mimo.

Qué palabra el amor que encierra tanto, desde el ideal más bello construido por la razón, hasta los instintos más feroces y primordiales de nuestros genes. Todo en uno. Qué iluso el ser humano con sus inventos.

(...)

Cuando me cruzo con una mirada de esas que Victor Hugo anunciaba... no queda más que esperar anhelante, a ver si entra en tu casa. Pues, aunque colmado quedes de dudas, sabes que en esos inventos de humanos ilusos es donde está lo más cercano a estar (que no ser) feliz.

domingo, 8 de julio de 2012

La historia de los malditos

Cuando me siento en el banco de un parque, pienso en todos aquellos que se habrán sentado allí. En los secretos que se habrán contado, en los asesinatos que se habrán planeado. En los sueños que la imaginación recreaba durante el tiempo de reposo de algún humano hace años. En los primeros besos dados sobre ese respaldo, y en los amores rotos. En las manos que agarrarían fuerte su estructura ante una mala noticia inesperada, o un ataque al corazón que sería el fin. 

Eso también es historia. Cada persona es una historia. Cada momento. Cada banco del parque. Amo la historia porque es nuestro libro de familia, nuestro álbum de fotos. Papá y mamá también son aquellos que vivieron hace muchos años. Y de ellos estamos hechos. Y en ellos podemos mirarnos como espejo sabio que ha vivido todo lo que nos tocará vivir a nosotros. 

Por ello emprendo nueva aventura. Por ello me embarco en la escritura de un nuevo blog: La historia de los malditos

No pretendo ser historiador, sólo narrador de historias que unos ya vivieron y otros ya contaron.  

miércoles, 4 de julio de 2012

En el laberinto

Vivo en un barrio humilde. Eso es lo que he sentido cuando a esta hora, ya entrada la noche, he subido a recoger ropa tendida y olvidada en la terraza. Entre las antenas y respiraderos se ve a lo lejos (y tan lejos) la luna llena. De vez en cuando me viene un olor a refrito y ruidos de cacerola de algunas cocinas. Y a mi alrededor siento familias viviendo, cenando juntos, discutiendo o hablando. No sé por qué me vino la sensación de humildad.

No conozco realmente a ninguno de mis vecinos, pero desde fuera creo entenderles. Son de ese tipo de personas que confían en una felicidad sencilla y luchan por ella, que no entienden por qué los niños ricos se suicidan, y que no creen en cuentos de hada.


Y es que en busca de esa felicidad cada cual está en puntos distintos del laberinto. Conozco a quienes tienen muy poco y su placer está en lograr pasear los domingos con sus hijos pequeños y pagar sus deudas. Conozco a quienes lo tienen todo, pero se sienten solos y aburridos. Conozco a quienes disfrutan de un grato equilibrio, pero están buscando la emoción de lo diferente cada día. Conozco a quienes la atractiva inestabilidad les pide una vida calmada y sin altibajos. Y conozco a los que están completamente perdidos en la espiral.

¿Saben lo que no conozco? No conozco a nadie que esté parado. A nadie que no esté buscando. A nadie que no esté bailando, comprando, corriendo, enamorándose, viajando, comiendo, follando, estudiando o trabajando. Todo el mundo hace algo para algo. 

Todos buscamos al final algún porqué para alguna acción en la que emplear nuestro tiempo. Da igual si es más o menos elevada, o más o menos común. Yo me quedo embobado con las causas y acciones de cada cual. Algunas tan simples, otras tan sublimes. Algunas que comparto y otras que no. Aunque al final algo me dice que todas son de la misma naturaleza: inventiva humana para seguir cual ratoncillo dando vueltas en el laberinto. ¿Alguien nos dijo que entre tanto pasillo habría una salida? Supongo que nos es indiferente, nuestro conato es seguir indagando. La vida, sea planta o animal, siempre es movimiento.