jueves, 30 de septiembre de 2010

Motor

motor, ra.
       (Del lat. motor, -ōris)
       1. adj. Que mueve. U. t. c. s. m.

Aristóteles centró toda su física en el movimiento. Los antiguos filósofos griegos se tiraban las teorías a la cabeza discutiendo por algo tan bello. Parménides insinuó que todo era uno e inmóvil, nuestros sentidos nos engañan al ver que algo se mueve. El todo de Heráclito, sin embargo, estaba en constante cambio, imposible bañarse dos veces en el mismo río. Y de nuevo Aristóteles habló de que ahí fuera, para que todo tuviera sentido, debería existir un primer motor.

Mi padre vendía y reparaba motores. En alguna que otra ocasión, también me hizo a mí disfrutar del placer de contemplar tus manos tan negras que confundías tu propia raza por el efecto de la grasa mientras desmontabas pistones, culatas o bielas. Nunca me gustó el ruido que hacían. Les costaba arrancar. Soltaban algún oscuro humo al principio, a modo de carraspera, y luego se estabilizaba su canto, constante. Me preguntaba por qué no se cansaban. Pregunta absurda, simplemente son motores.

Los utópicos, los que creemos en las soluciones, los que consideramos la existencia de un problema como algo circunstancial, los que defendemos seguir nadando a contracorriente, los que creemos en un mundo mejor... a veces sentimos el sofoco del motor. Alguien me dijo un día que en el mundo hay dos tipos de persona: los motores y el resto. El que todos se muevan sólo depende de los primeros.

Nuestro gen social es maravilloso. Pero le acompaña un mal efecto: los conflictos. Los humanos no conseguimos estar en paz. No nos ponemos de acuerdo. Sabemos el problema y la solución, sólo falta la voluntad. Sabemos dónde queremos ir, sólo falta el motor. Y es tan complejo el entramado que puede formar la reunión de unos cuantos vecinos de comunidad, de unos cuantos amigos que se quieren ir de viaje, o de algunos trabajadores que pretenden mejorar su pequeña empresa, que ya no me extraña que la guerra sea una constante en nuestra historia.

Y yo, como motor de humilde potencia, intento engrasar y dinamizar estas insignificantes disputas y ya me tambaleo en mi runrún, suelto algún pico en mis revoluciones por minuto, levanto la vista atrás, a todo lo que quiero mover, pienso en lo que me resta, vuelvo a bajar la cabeza, y continúo. Los motores no se cansan, simplemente son motores.

NOTA: Es pura coincidencia, lo he descubierto tras escribir este post. Pero por eso mismo (simple y curiosa coincidencia), y por si en realidad Rudolf Diesel hubiera tenido algo que ver guiando mis dedos sobre el teclado, me es obligado reseñar que tal día como hoy, en 1913, el mencionado ingeniero inventó el motor que hoy lleva su nombre.

domingo, 26 de septiembre de 2010

PALABRAS: casualidad




A Folie,
¿cuántas casualidades más nos encontraremos?
Me encanta ver que en ocasiones no nos hacen falta
palabras ni medios que nos unan (ni un oceáno)
Coge mi mano...



Las palabras, aquellos fragmentitos de mí, que te enviaba, como el hilo de Ariadna, para no perderte. Con ellas, enlazadas una tras otra con tinta azul, quise contarte quién era, qué sentía, qué me pasaba,… Siempre pensé que nos unían; a ti, a mí, al resto…
Las palabras, las oraciones, las letras amontonadas una tras otra, no son el compartimento estanco ni estático que creía. Están llenas de la persona que las escribe….o las lee: tanto que a veces las mías no significan lo mismo para ti, aunque hablamos el mismo idioma.
Ahora siento cada una de mis palabras como un muro:“No quise decir eso”
… El hilo azul, de mi dedo al tuyo, es una frontera.


Déjame hablarte, que las palabras digan lo que yo siento. (El tono lo es todo). Deja que mi cara, mis gestos, mis lágrimas completen lo que les falta a las letras emborronadas (Tus ojos deben verme). Y ahora, cógeme fuerte, que no necesitamos medios que nos unan.

Palabras


Estoy enamorada de las esdrújulas, desde que el apellido de un antiguo amante era una de ellas, carismática y categórica

[nunca pude llamarlo por su nombre de pila, era imposible resistirme al influjo de esas sílabas armónicas ]

Digo muchas palabrotas. Me caen bien: son las hermanas marginales, a pesar de ser impúdicas y valientes nunca se las juzga con benevolencia. Son eléctricas descargas, piropos viscerales.

[no escapan al sexismo, con la consabida disparidad de significado entre coñazo y cojonudo]

Y qué me dicen de esta joyita de la RAE:

calientapollas.

1. com. vulg. Persona que excita sexualmente a un hombre sin intención de satisfacerlo.


[en la facultad hice un trabajo afirmando con rotundidad que yo proclamaba mi derecho a ser una calientapollas, mi derecho a seducir, jugar y llegar donde las ganas o mi cuerpo decidiesen
¿acaso alguien dictaminó que "tienes que llegar hasta el final o si no, te hubieras quedado quietecita y sentadita"?
además me preguntaba porqué no existía el término "calientavaginas", ni otro parecido
¿acaso no nos frustramos las mujeres cuando parecía que iba a cuajar con tal tipo el tonteo y al final nada de nada?
sí, claro que nos jode, pero en vez de ponerle un adjetivo al otro despreciándolo, tendemos a pensar que no valemos lo suficiente]

No tolero, ya que estoy, llamar "consolador" a cualquier aparatejo para la estimulación sexual, como si el coito fuera lo único valioso y lo demás fuera secundario, el premio de consolación...

Hay palabras desgastadísimas, otras esperando impacientes ser estrenadas.

Me gusta cuando, a veces, una palabra común me suena extraña, como cuando la repites una y otra vez
[el significante da volteretas, se marea y vomita un poco de significado]

Desnudos, les enseño con caricias las partes de su cuerpo, tirando de ése otro diccionario, el técnico, que también habita en mis sinapsis: hueco poplíteo, ísqueon, escápula, dorsal ancho, mastoides, hipocondrio derecho

Me gusta que me hablen en un idioma que desconozco, algún relato antes de dormirme o palabras sueltas entre beso y beso [hipnotizada con la fonética, imaginando el significado que más me apetezca]

A veces, espero algunas palabras impacientemente y, cuando llegan, hago como que no las he escuchado, en una especie de bloqueo sensorial
[creo que me estoy enamorando de ti.
no olor, no sabor, no tacto. sordomuda, o peor aún, verbosidad inadecuada que me hace pulsar el botón de alarma y me altera aún más los centros neurálgicos que controlan los sentidos]




[cuando la ausencia es presencia son tantas las impaciencias que odio no poder más que escribir "te abrazaría" "lo siento mucho" "tengo ganas de ti", deseando demostrarlo con mi esencia visible y tangible...]

jueves, 23 de septiembre de 2010

Otoño

Dicen que gran parte de lo que se cuece en nuestra vida es fruto de una lucha entre nuestra parte más instintiva y aquello que hemos venido a llamar cultura. Que la sociedad intenta caminar con un mapa de donde no hay caminos. Se han inventado, se han superpuesto. Y de esta mezcla surge la sal de la vida, los problemas y las maravillas, el placer-dolor, el amor-sexo, la amistad-ego, la bondad-crueldad...

Y a veces están tan separadas nuestras dos mitades, tan alejadas... Y uno se queda viviendo en el mundo construido desde años atrás por sus antepasados, con siete días a la semana, ocho horas de sueño, una época para jugar, otra para estudiar, otra para trabajar, las necesidades básicas de una casa equipada, la eterna búsqueda de una pareja... Sabiendo que más abajo sólo hay días, unos iguales a otros, dormir y despertar, tiempo de vida sin épocas marcadas más allá de los cambios sexuales y los instintos para esparcir genes... Pero a pesar de esta distancia, siempre hay hilos que comunican, ventanas por donde asomarse desde la artificialidad hasta lo más salvaje. Muchas...

Me he tropezado con uno de estos puentes en un atasco mientras llovía. Y he recordado el porqué me llamaba la atención de pequeño que al llegar el invierno, esa misma noche, hubiera que echar una manta de más en la cama. Algo tan mágico como las estaciones... tan culturalmente artificial como esa división del año, es, a la vez, la señal de que viajamos a unos 30 kilómetros por segundo. Nadie inventó la primavera, ni el otoño... ya existían.

Hoy es. Hoy llueve. Hoy el cielo está completamente gris, y el aire sopla algo más frío. Huele a hogar, a manta, a abrazos, a oscuro, a libro, a familia, a nublado, a tierra mojada, a paseo silencioso, a manos frías, a conversaciones desprendiendo vaho. Huele a melancolía.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

DARPA (Atrapada)






Recuerdo una canción que decía “ahora estás atrapado en un momento del que no puedes salir”.
Me he sentido muchas veces así, atrapada, pero nunca como ahora. He estado atascada en penas, en tristezas, en sentimientos autodestructivos, en decepciones propias y ajenas. Los vivía como una cárcel, esperando una fianza que viniera, si no a eximirme del castigo, por lo menos a librarme de las paredes.
Ahora sin embargo vivo “atrapada” en un sentimiento hermoso; soy incapaz de pensar en algo más allá de sus besos, sus palabras, sus gestos,... Estoy feliz y todo se transforma en algo radiante: el cielo plomizo y chispeante, la comida insulsa del hospital, el atasco al cruzar la avenida, la cama pequeña.
El problema es que no puedo centrarme, es decir, descentrarme de ESTO: lo que escribo, lo que veo, lo que digo, lo que sueño…tengo miedo de dejar de ser el canto rodado que imaginaba: sin ataduras, sin temor, sin nada que perder. Ya no me sentaré en el muelle de la bahía, a esperar que pase el tiempo, con el futuro certero de que nada va a cambiar…
Ahora estoy, con todo el placer, en una montaña rusa con forma de interrogación, en un horizonte que se eleva desdibujado, en un camino verde sin señales.


Diagnóstico: sangre alterada

Hoy ha empezado la primavera en el hemisferio sur.

Todos los años, cada treinta y uno de diciembre por la tarde, quedo con mi amiga-vida (me acompaña, con todo el significado que tiene ese verbo, desde que teníamos ambas cuatro años) para hablar de lo que fue y lo que será. Anécdotas, aprendizajes, rectificaciones, casualidades.

Éste será el año en que viví dos primaveras.

Iba a escribir cómo, estando en el autobús número 110 de vuelta a casa, empecé a pensar en eso y acabé, después de mil ramificaciones ideatorias, deseando que los humanos tuviéramos un manual de instrucciones con un extenso apartado de la función placer. Pensé describir cómo saltaba de una idea a otra, porque es curiosísimo por dónde nos lleva nuestra propia mente, pero creo que sería tedioso para todo aquél que está fuera de esta cabeza loca.

Qué genial sería enseñarle al otro los laberintos del propio cuerpo, las llaves secretas, los atajos, los escondites, las arenas movedizas, los semáforos y los límites de velocidad. Y qué maravilloso que me cogiesen de la mano y me dijeran por aquí, dejarme enseñar y querer ser la alumna más aplicada, hasta doctorarme en la singularidad del cuerpo ajeno.

Pero como en ocasiones aparecen todos esos fantasmas de inseguridad, vergüenza, dudas, tabúes y todo lo feo que os podáis imaginar, acabo deseando que exista ese horrible librito de instrucciones, el manual de uso y disfrute (del humano que deseo... y el mío propio), para leer mientras voy en el autobús.

Feliz primavera.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Hagamos un puente

Me gusta la imagen de un puente entre dos personas.
Puente que, como reza la foto, intente combatir cualquier fanatismo.

Hay puentes construidos en forma de lenguas entrelazadas. Hay miradas tan intensas que solidifican. Hay manos tendidas y sujetadas con fuerza. Dos cuerpos desnudos, esa extensísima superficie de piel y deseo, se unen por ese puente relleno de sangre, férreo, que va de él a ella, de ella a él, en el viceversa que significa al puente.
Hay puentes tejidos con palabras, a miles, pétreos y profundos, que resisten todas las catástrofes naturales.
[me encantan ésos]

También se me viene a la cabeza las casitas de Frida y Diego, unidas por un puente que pretendía, manteniendo la libertad, no hacerla tan fanática.

Porque hay puentes que encadenan y otros que permiten que el aire circule mejor.

Libertad es uno de los conceptos más interesantes que tenemos. Me encantó leerla al lado de una palabra tan lacerante como fanatismo. Yo, que soy exclava de la libertad, temí convertirme además en fanática de la misma. Porque una cosa es estar subyugada por un dueño, y otra es, además, idolatrarlo.

Por eso me gusta la imagen de los puentes. Me imagino radiando construcciones a mi alrededor, transitadas bidireccionalmente, haciendo y deshaciendo. Me tranquiliza. Me permite no sentir culpa por no querer diluirme en el otro. Me ayuda a creer en la posibilidad de la unión visceral respetando los límites de la piel.

No quiero pertenencias, pero sí eliminar impuestos y restricciones, esperarlo con las puertas abiertas (los brazos abiertos, y la boca y la mente abierta, y abierta las ganas, y abiertas las piernas... y el corazón).




(La foto es malísima, lo sé, tenía mucha prisa pero quise pararme un instante a grabarla, la hice ayer...)

domingo, 19 de septiembre de 2010

Como alcanzar un tren que se escapa



Como un domingo en la cama toda la mañana,

Como la luz de las velas temblando,

como una orquesta de cuerdas sonando,...




Y no sé cómo decir

que me has hecho revivir



sábado, 18 de septiembre de 2010

Dogma

El sentimiento espiritual ha acompañado al ser humano desde sus inicios. Las investigaciones antropológicas nos indican que la religión nace el día en el que muere por primera vez un ser querido. Actualmente, quien busque refugio en este sentido puede optar por el estudio filosófico o por el amplísimo catálogo de religiones que pueblan el mundo. Supongo que el número de aficionados a la filosofía es tan corto como el de auténticos fieles religiosos, igual que el de aquellos que tienen los temas más allá de lo sensible por sus favoritos.

A esta hora en Londres, unas 15000 personas se manifiestan en contra de la financiación de la visita del responsable último del gobierno univeral de la Iglesia Católica Apostólica Romana, más conocido como papa, con las arcas públicas. Al mismo tiempo, aquí, en Sevilla, otros tantos humanos acompañaban al paso de la Macarena de vuelta a su basílica después de estar presente en la beatificación de una monja.

Claro que Londres no es Sevilla. Ni el cosmopolitismo de la macro-urbe es el tradicionalismo andaluz. Pero además, en el siglo XVI, los regentes de los territorios ingleses y españoles, por motivos políticos, partículares, económicos y otros de ésta índole, decidieron distanciarse en temas religiosos. De ahí el nacimiento de la Iglesia Anglicana, y el cierre de filas del más puro catolicismo. Después Inglaterra acabó siendo el Reino Unido, donde la confesión anglicana se sumó a las demás protestantes, a la católica y a las que vinieron de fuera. Y ya en el 2007, casi la mitad de los britanicos decían no pertenecer a religión alguna. Aquí en la península, fuimos más a remolque, y el catecismo era libro de escuela hasta hace poco.

Todo esto es sólo una pregunta (como tantas otras) que me surge cuando me acerco a la historia. Y me pregunto si tan moldeable y borrego es el ser humano como para no darse cuenta que la religión a la que pertenece no es fruto de su elección, sino de dónde ha nacido, y, por tanto, de múltiples guerras, intereses particulares y disputas políticas a lo largo de los años. Y me pregunto si cualquiera de los que se hacen llamar católicos, anglicanos, protestantes u ortodoxos sabría decirme qué distingue su credo del de los demás. Y cuando la respuesta son balidos, ya veo en qué naturaleza humana se fundamentan quienes mueven a la masa para subvencionar al Real Madrid, para llorar por una bandera y un himno, para matar por un dios. Ya veo cómo la palabra dogma tristemente no es un chiste más que a mis oidos.

¿Dónde está la personalidad, la coherencia, la libertad, la responsabilidad individual, la inquietud intelectual...?

martes, 14 de septiembre de 2010

...escribo, y escribo, y...

Quince años

Por aquí hay costumbre de festejar cuando la hija de la familia cumple quince años. Es una celebración en toda regla, con un número de invitados similar a los de una boda (dependerá de las posibilidades económicas, claro), familiares que vienen de lejos, comidas opíparas, fotos y vídeos, con un vals de la mano de su padre, que orgulloso muestra a todos que su hija ya tiene edad de mujer.
Y ella, cuando la fiesta haya terminado y en su habitación de niña esa noche se quite el disfraz de princesa, anhelará aquél otro día en que volverá a serlo, el día en el que todos vuelvan a venir de lejos para verla y abra de nuevo el baile, de la mano de otro hombre, su marido.

Cuánto de lo que somos es lo que se esperaba de nosotras.
...las joyas de su corona no sirven para este viaje...
Cuándo nos desprenderemos de esa imagen de nosotras mismas que nos devuelve ese espejo histórico.
...niña perdida...
Quién se atreverá de todas esas quinceañeras a destapar la caja de Pandora y asomarse a un mundo donde tengan que perderse y poner en el asador algo más que sonrisas y pelos sedosos. Un mundo que está necesitado de que ellas se impliquen.
...que era rodar su destino...
Cuántas no querrán convertirse en reinas y sangrarán transitando un camino que les conduzca a los seres que habitan fuera de las páginas del cuento.




lunes, 13 de septiembre de 2010

Otras miradas



Hoy desperté ya sin fiebre.
Salgo, aún flojita (no soporto los encierros, mi madre siempre me dice eso de que no se me caerá la casa encima)
Mientras como, me llaman: hoy ha muerto el hombre al que he venido desde tan lejos a conocer cómo trabaja (la muerte sin intermitencias últimamente).
Me acerco al tanatorio, yo, una extraña (sirviéndome para sentir en la realidad lo que he vivido estos días en mi imaginación).

Y he conocido una historia bonita. Era un hombre de más de ochenta años, que ha vivido plenamente. Su nieto me comenta: ha sido un alivio. Y los que lo conocieron bien musitan en los corrillos que hace dos años falleció su mujer, con la que había compartido la mayoría de su existencia. El día que la enterró se le oyó decir: ya nada tiene sentido. Desde entonces se fue apagando, resintiéndose su salud, dejando de asistir a los grupos que él mismo creó, quedándose sin ganitas.

Él enseñaba a mirar. A no ver locos, sino virtualidad sana. No ver pacientes, sino personas (que con paciencia sufren y esperan ayuda). A ver redes familiares, no islotes enfermos. Ése era García Badaracco.

Se me ha ocurrido pensar que ha muerto por amor. Y que ésa es la manera más digna de morir, la única que tiene sentido, todas las demás muertes son absurdas y crueles.

Yo también quiero morir por amor. Si no es por amor, prefiero seguir viva.

sábado, 11 de septiembre de 2010

... ara que encara tinc força...

Llorar a lágrima viva

Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología,
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.

Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.


Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.

Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


(de mi Oliverio Girondo)



Ahora que tengo veinte años, ahora que aún tengo fuerzas, que no tengo el alma muerta y me siento hervir la sangre...





viernes, 10 de septiembre de 2010

Sólo la muerte

Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.

Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol.

Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.

La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.

Sólo la muerte, de Neruda

Hoy nací con el anuncio y la certeza de la muerte.
Se fue Tiago, a sus veintilargos que se quedaron cortos. Cuando dentro de tres meses regrese a mi trabajo ya no estará. Nunca más. (No más humor ácido, ni remolino sentado en una silla, ni desempeño brillante, ni risas).
Y Cris, mi amiga-flor, mantiene a su padre atado con un hilito a la vida, un hilito que ella va viendo menguarse, mientras trata de ser hija, sólo eso, para no deshacerse en añicos chiquititos que luego le cueste recomponer. Cuando yo regrese, su herida estará más cerradita, estará mirando hacia delante, y no en este presente constante en el que está sumida ahora.

Y yo aquí, tan lejos de ambos. Con la irrealidad que da la distancia, la impotencia de no poder abrazar.

Hoy amanecí con una fiebre absurda, sin foco. Siento que es la mejor metáfora del calor que no puedo dar y que se me despilfarra, quedándose en la nada.

Ojalá las palabras hicieran más de lo que hacen.

martes, 7 de septiembre de 2010

Estagira, 384 a. C.

Última adaptación llevada al cine de la vida de Alejandro Magno bajo el prisma de Oliver Stone. Escena previa al matrimonio de Alejandro con una no griega. Gritando sobre la cara de uno de sus generales. El mismo que pudo haberle envenenado según algunas teorías. En mi reciente viaje por Egipto, ante el choque cultural, ante los comentarios de occidentales que me rodeaban, ante tanta historia sobre mis ojos, no podía dejar de recordar estos gritos:

"Aristóteles se equivocó. ¡Por todos los dioses! ¿Que te hace a ti superior a ellos, Casandro? Porque... ¿realmente lo eres? Eso lo crees tú y los que se parecen a ti... Lo que más me duele no es tu falta de respeto por mi buen juicio, si no tu desprecio por un mundo más antiguo que el nuestro."

Alejandro fue educado por Aristóteles, la piedra angular de toda la cultura de occidente. Padre de la lógica, la física, la poética, la biología... Tanto influyó en el devenir de nuestra historia, que sus pecados también fueron nuestros: la misoginia y la esclavitud aún perduran. Nunca le gustaron las ideas de Alejandro y su extensión al oriente para unir a todos los pueblos. Claro que, él tampoco compartió todas las enseñanzas de Platón. La evolución puede acelerarse cuando grandes personas coinciden.

Son bellos los exámenes donde te dejan escribir lo que piensas de la vida. Hoy he redactado en uno mi utopía, aquello en lo que creo. Lo he hecho apoyándome en Aristóteles. Aunque lo que haya leído de él no es más que la interpretación moderna de textos traducidos de la copia de otra copia de los fragmentos conservados de la copia de los escritos originales del estagirita. Nunca podré tomarme unas cervezas con él, ni con muchos otros, ni con muchas otras. Me las tomaré solo, a la salud del reflejo que tanta copia de la copia a quedado de él en mí.

Nuestra utopía no era otra que un mundo donde el ser humano alcanza la eudemonía viviendo en sociedad bajo una ética tanto privada como política. Sólo eso, sólo ética. Es lo único que necesitamos. Quizá en la polis griega, en Atenas donde fundó el Liceo, el genio no considerara un imposible algo tan sencillo. En el planeta actual, a veces, no sé por dónde empezar. Luego me acuerdo de Michael Jackson: I'm starting with the man in the mirror.

lunes, 6 de septiembre de 2010

CREDO


Creo en las narices de payaso,
en los tejados rojos de las casas,
y en las sonrisas de media luna.


Creo en las espirales de alegría desenfrenada,
en el dolor que queda después del placer,
y en las brujas madrinas de las princesas.


Creo en los razonamientos de la filosofía abeliana,
en la píldora roja para ver el mundo real,
y en no comer para ahorrar tiempo.


Creo en el término medio,
en los excesos y los defectos,
creo en un “te quiero” a tiempo,
....

pero sobre todo,
creo en mí.

Asuntos tangueros


Sigo desgastando calles.
Veo a muchas parejas.
Me quedo mirando, adiós al recato, aquéllos que se besan.

Los tangos hablan siempre de amor, con nostalgia, con amargura, con ese dolor placentero.
Los tangos saben a besos con regusto a tabaco.
A portales que huelen a humedad.
A miradas que desgarran.
A caricias pudorosas y horas insomnes.

Son una buena banda sonora cuando no hay labios cerca y se añoran los mordiscos, y se miran fotos, y aprieta la distancia, y las únicas caricias son las propias, y cualquier palabra cariñosa se atesora...

[proceso de atesoramiento de palabras: se saca con delicadeza de la oreja por la que entró, para ello tiramos del hilo invisible que la ata, cuidando de que no se nos trabe con los huesecillos. Una vez fuera, con mimo, se hace una bolita y se presiona con ella encima de la escotadura del esternón, allá donde se note el latido. La bolita de palabra se funde al contacto con la temperatura de la piel, se diluye en la sangre de la arteria, recorriendo libre el cuerpo, creando reminiscencias por todos los órganos...]

...y cuando esperas, al fin y al cabo, que después de tantos kilómetros de piel aséptica haya un festín de sudor y saliva...

domingo, 5 de septiembre de 2010

Paseo con Kierkegaard

He paseado esta tarde durante horas, no se me cansan los ojos aunque sí los pies (aún no tocaba para ellos calzarse de invierno, los pobres están resentidos). He tomado leche caliente y chocolate frente a un ventanal de un café, escribiendo en papel sobre los últimos días.

De vuelta a casa encontré una librería. Olerla, recorrerla, acariciarla. No había entrado en ninguna desde que llegué. De nuevo cara a cara con los libros. Todos me parecían suculentos, pero al final me decanté por Kierkegaard definiendo la angustia.

Y entonces, al ver el libro en mi mano dispuesta a pagarlo, se me acercó un ancianete, que había sido piloto y ahora era filósofo y teólogo. Charlamos largo rato, bajo las sonrisillas de los dueños de la librería. Me recomendó a Séneca. Al decirle que lo había leído me dijo una frase de Kant a modo de piropo.

Ya en el metro, abro el libro y ojeo algunas páginas sobre la angustia y el pecado judeocristiano. Llegando a mi parada un señor mayor se me acerca, con la cara iluminada de ilusión, y exclama: "¡Lees a Kierkegaard! ¿Es el primero que lees?" Yo le digo que sí (aunque leí el diario de un seductor en el baño de mi piso de estudiante) porque no hay tiempo para más conversación, me he bajado del metro. Él se queda en el metro, pero se acerca a la puerta y me insta a buscar una asociación del filósofo que hay un barrio de esta ciudad, "¡yo pertenezco a ella!" (esa cara de dulce gozo, de satisfacción al decírmelo). Las puertas se cierran y sólo acierto a escuchar que me pregunta cuál es el título del libro. Se lo muestro a través del cristal mientras se pone en movimiento. Sonreímos.

Llego a casa. Tenía que contarlo. Ha sido demasiado hermoso como para guardármelo.

sábado, 4 de septiembre de 2010

mundo nariz

Estoy a diez mil kilómetros de mi casa.

Me desnudo, meto mi cuerpo en la bañera. Todas tienen sus particularidades, su manera de regular la temperatura, las diferentes texturas del suelo que reconocen la planta de mis pies. Hago memoria de la cantidad enorme de duchas que han refrescado mi piel a lo largo de mi vida.

He comprado un champú, un gel de baño y una colonia fresca. Me siento extraña con esos olores nuevos que ahora voy descubriendo cada vez que el pelo me cubre la cara y se acerca a mi nariz, o cada noche que me quito la ropa y me meto, sola, en la cama.

Estaba segura antes de venir aquí que iba a echar mucho de menos no poder traerme una alacena rellena de frasquitos con los olores inconfundibles de quienes quiero. Lo que no sabía es que también, de haber podido, debiera haber incluido un frasquito con mi propio olor.

Cuando regrese, que ya este olor de ciudad nueva no me será desconocido, volveré a reencontrarme con mi casa, sus olores y los pedacitos que aún queden de mí.

viernes, 3 de septiembre de 2010

No me arrepiento de nada

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
—ellas habitando en mí queriendo ser yo misma—
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
—en horas de oficina—
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

La culpa

En este fragmento tan peculiar de la película de mi vida que ahora estoy rodando, me imagino a mí misma como un ojo panorámico y un millar de duendecillos detrás analizando, imparables, lo que registro del exterior.


Dar y recibir. Está clara la condena social a los que no dan y sólo acuden para recibir.
Pero yo ahora miro a los que lo dan todo, los abnegados, que no piden nada a cambio.

[Hay quienes se rompen en un momento determinado y acaban exigiendo (no explícitamente) de los demás recibir algo para rellenar ese pozo tan vacío que les quedó después de darlo todo].

Pero hay otros que se mantienen, agrietados pero firmes, dando por el placer o necesidad de dar. Suelen llamar a la conmiseración cuando se quejan de su suerte. La gente reconoce su generosidad y los defiende. Yo, sin embargo, desconfío de aquéllos que rebasan la norma cultural de "ama a tu prójimo como a ti mismo" (¡¡no más que a ti!!). Creo que bajo ese papel de entrega se esconde la culpa.

Recuerdo que de pequeña contaron en mi casa que un tipo le había regalado un visón a su mujer una semana antes de anunciarle que se marchaba de casa para vivir con otra mujer.

Culpables: de querer cosas, de pensar en exigirlas cuando, en el fondo, no se sienten merecedoras de ellas (por supuesto porque la estima a uno mismo está tocadita...) Penitencia: vaciarse, quedarse sin nada de lo que, al fin y al cabo, no se le daba valor. El perdón: esperar a que los demás vean tal disposición y obtener el deseado aprecio (que no logra rellenar el hueco de nuestro corazón asignado al amor propio y que sólo éste puede ocupar)

Herederos de esta sociedad empapada de las teorías religiosas, observo cómo nos es más fácil defender al débil, aun cuando sea él el que haya elegido y aprovechado la debilidad.

Ay, aún no soy capaz de exponer nada de manera coherente... pero la cámara sigue rodando, iré desentrañando todo esto, fotograma a fotograma...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Re-fleXionando

Sobre sexo se ha escrito mucho. Yo voy a hacerlo un poquito más.

En el país musulmán, en el mes sagrado, yo las miraba y me preguntaba cómo sentirían la sexualidad esas mujeres que se adivinan bajo los ropajes oscuros. Lo pensaba desde el estómago, con un no sé qué violento que me hace intuir el pecado, la vergüenza, la sumisión, la reproducción. Las intuyo sin juegos, sin cosquillas, sin sonrisa postrera.

Y de ahí pasé a pensar que, aunque mucho es lo que se escribe, sigue siendo un asunto misterioso, engañoso, hipócrita a veces. Incluso en un país no musulmán, donde el sexo es reclamo publicitario y hay más libertad para hacer y deshacer sin juicios de valor. Pero, aún tan patente, no es ninguna tontería preguntarse cómo es en verdad la sexualidad de las mujeres de mi alrededor.

[Ayer el profesor les hizo reflexionar a los alumnos acerca de la vida sexual de un matrimonio que, aun conviviendo juntos, no se hablaban desde hace años sino una vez por semana. Una de las chicas afirmó que no existiría -no podía existir- la intimidad sexual entre ellos. El profesor, en cambio, estaba seguro de lo contrario...]

Me encantaría que las mujeres me confesaran sus secretos sexuales. Mujeres anónimas que no se atrevieran a mentir para salvaguardar no sé qué estatus social o moral. Saber si van encontrando, por ejemplo, varones que sepan y apliquen el arte de masturbarlas. Saber cómo afrontan la incomunicación que se da en ocasiones pese a que las pieles están en contacto. Cómo piden, qué desean. Saber de verdad si las mujeres pasadas o futuras crean celos, inseguridad o excitación.

Hablando con la hermana de una amiga advertí que era común que las adolescentes mantuvieran relaciones sexuales antes de haberse masturbado y obtenido el orgasmo por sí mismas.

¿Y ellos, qué opinión tienen?

¿Y la culpa, qué papel juega?

Se ha escrito tanto, se lee lo que se quiere, y aún no tengo casi ninguna respuesta [o sólo las mías...]